Gabriel Rockhill y Jennifer Ponce de León han
escrito la Introducción a la versión inglesa de El Marxismo Occidental,
titulada “El socialismo como liberación anti-colonial: lecciones
contemporáneas de Losurdo”, en la que no sólo delinean las ideas-fuerza
de Losurdo y el método de análisis que aplica en esta obra, sino que
también ofrecen interesantes reflexiones sobre la “industria de la
teoría” y el “socialismo realmente existente”.
Por TITA BARAHONA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG
En el sistema capitalista, la burguesía posee los medios de producción, pero también posee y/o controla los medios intelectuales de producción cultural (universidades, centros de investigación, think tanks…),
cuyos productos se difunden a través de libros, revistas científicas y
diversos medios de comunicación. Igual que hay una industria de la
música, del cine o del espectáculo, también existe lo que Gabriel Rockhill conceptualizó como la “industria de la teoría global”,
un sistema de producción, circulación y consumo de los productos de la
alta cultura, como la teoría, que opera dentro de los límites de lo que
la burguesía considera idóneo o legítimo para el uso del publico en
general (1).
Si hemos leído a -o al menos nos suenan- autores como Horkheimer, Adorno, Foucault, Derrida, Negri, Butler o Zizek, es posible que hayamos tenido menores ocasiones de toparnos con otros prominentes pensadores contemporáneos como Domenico Losurdo (1941-2018). Es cierto que buena parte de las obras de este autor italiano han sido traducidas al castellano y otros idiomas (2); pero, comparadas con las de los autores arriba referidos, seguramente encontraremos que las de Losurdo
tienen bastantes menos citas en artículos académicos y periodísticos.
Además, él no tuvo tantas oportunidades de ser entrevistado en los
grandes medios o invitado a dar charlas en eventos patrocinados por
instituciones financieras (3).
Las razones de que la obra de Losurdo no sea un producto estrella de la “industria de la teoría global” las explican brillantemente Gabriel Rockhill y su colaboradora, Jennifer Ponce de León (4), en las 30 páginas de Introducción a la recién publicada versión inglesa de uno de sus libros: Western Marxism. How it was born, how it died, how it can be reborn (El Marxismo Occidental. Cómo nació, cómo murió y cómo puede renacer), editado por Rockhill y publicado en Monthly Review Press (Nueva York, 2024).
En esta introducción, titulada “El socialismo como liberación anti-colonial: lecciones contemporáneas de Losurdo”,
sus autores delinean las ideas-fuerza de Losurdo y el método de
análisis que aplica en esta obra, publicada originalmente en 2017. Trata
en ella el autor italiano de una de las mayores divisiones que se produjeron dentro de los debates del marxismo a nivel mundial: “Marxismo oriental”versus“Marxismo occidental”, división que “marcó a la generación de Losurdo y continúa estructurando muchas de las controversias actuales”.
Desde la década de 1970, que es cuando Losurdo sitúa el surgimiento de este cisma, se llamó marxistas orientales a quienes habían logrado tomar el poder, como en los casos de la URSS, Vietnam, Corea, China, Cuba, etc. Marxistas occidentales se denominó, por otro lado, a los intelectuales que se opusieron a esos proyectos de construcción del socialismo, porque -como explican Ponce de León y Rockhill- “rechazaban
la aspiración a la toma del poder en favor de diversas formas de teoría
crítica y a veces presentando ese rechazo como la postura
epistemológica desde la que mejor se puede descubrir el llamado
auténtico marxismo”.
Oriental y occidental no son, sin embargo, términos estrictamente geográficos, sino que se refieren más bien a dos posturas políticas diferentes, la una dedicada a la ardua tarea de construir el socialismo, lo que hasta ahora se ha producido sobre todo en el Sur Global; la otra desdeñosa de esos esfuerzos y quitándoles importancia, “porque no están a la altura del estándar imaginado de pureza teórica o moral”.
A este último renglón pertenecen las corrientes filosóficas derivadas de la Escuela de Frankfurt y la teoría francesa, entre otras, con las que Losurdo polemiza. Por tanto -señalan Ponce de León y Rockhill- “gran
parte de lo que éste diagnostica en su libro se puede aplicar -salvando
las distancias- a muchas otras tendencias promovidas por la industria de la teoría, algunas de las cuales son abiertamente anti-marxistas, incluidas la teoría post-colonial, la teoría decolonial, el feminismo liberal y la teoría queer, el afro-pesimismo, etc."
Un tema central en el libro de Losurdo es su respuesta al de Perry AndersonConsiderations on Western Marxism (1976), para quien el hecho de que el socialismo no se extendiera fuera de la URSS fue “producto de una derrota”.
Este supuesto fallo del gobierno de los soviets fue motivo para que los
marxistas occidentales se retiraran de los partidos y los asuntos
políticos y económicos, se refugiarsen en la Academia y centrasen sus intereses en laFilosofía y la Estética.
Sostienen Ponce de León y Rockhill que “el oportunismo de los marxistas occidentales, criticado por Losurdo, debe entenderse a través del análisis de los intereses de clase". Todos ellos son
“intelectuales profesionales acomodados en las redes de elite del Norte
Global y parte de lo que algunos llaman la nueva pequeña burguesía, es
decir: el estrato de clase profesional-directiva del centro imperialista”.
La CIA prodigó sustanciosos fondos a estos intelectuales izquierdistas anti-comunistas y promovió sus obras en todo el mundo. Ponce de León y Rockhill señalan la operación, en la década de 1950 -en plena Guerra Fría- del Congress for Cultural Freedom (Congreso para la Libertad Cultural), “uno de los mayores patrocinadores del arte y la cultura que el mundo ha conocido. Estableció oficinas en treinta y cinco países [...], planificó o patrocinó 135 conferencias y seminarios internacionales, publicó al menos 170 libros, dirigió revistas […] Prominentes marxistas occidentales, como Horkheimer, gozaron de sus viajes pagados. Otros, como Adorno, vieron sus obras publicadas y traducidas en sus revistas.”
Los escritos de estos marxistas occidentales -según explican Ponce de León y Rockhill- suelen “promover las dinámicas del imperialismo cultural y a la vez ellos son promovidos por el aparato cultural burgués, que los vende en todo el mundo como la única versión válida de marxismo”. Estos enfants terribles de la Academia “produjeron teorías que tienen poco o ningún valor de uso para las luchas de las masas trabajadoras y oprimidas”.
A la misma hornada parecen pertenecer los “neo-marxistas” y “post-marxistas” con los que polemiza agudamente Andrés Piqueras en De la decadencia de la política en el capitalismo terminal(5), apoyando la argumentación de Losurdo en El Marxismo Occidental.
Unos y otros son lo que Rockhill denomina “recuperadores radicales”, porque “pretenden
recuperar potenciales fuerzas insurgentes dentro del orden capitalista,
guiando a las masas hacia soluciones simbólicas o discursivas”, como lo es el consumo de los productos de “la industria imperialista de la teoría”.
Es posible que a muchos de nosotros no nos sea difícil percibir el hilo que conecta a estos “recuperadores radicales”,
que dicen representar los intereses de los oprimidos mientras carecen
de un programa práctico para la transformación social, con la “izquierda compatible” o “izquierda integrada”
(ya despojada de cualquier resto de marxismo y anti-comunista), que se
alterna en los gobiernos de nuestras democracias burguesas con la
derecha, para hacer las mismas políticas de corte neoliberal.
En el polo opuesto se halla el compromiso militante de intelectuales como Losurdo, su dedicación a lo que en su obra sobre Gramsci llama el “comunismo crítico”, que -como sostienen Ponce de León y Rockhill- “elude
el dogmatismo en favor de un proceso continuo de aprendizaje enraizado
en el análisis concreto de coyunturas históricas específicas”.
En El Marxismo Occidental, Losurdo "elucida
las fuerzas objetivas que mueven la ideología de esta corriente a la
que considera producto cultural del centro imperialista". Como en todos sus escritos, aplica para ello “un análisis sobrio de la realidad concreta, que es profundamente histórico”. Es, por tanto -concluyen Ponce de León y Rockill, “un antídoto inestimable a esta tendencia anti-comunista y pro-imperialista dentro del marxismo occidental”.
Añado para terminar que, seguramente, seremos muchos quienes nos
preguntemos si podemos llamar marxismo en absoluto a elucubraciones
teóricas despojadas de práctica revolucionaria, dado que un elemento
central en la elaboración marxista es el método dialéctico, la permanente imbricación de la teoría y la intervención social. El marxismo es, como lo denominó Gramsci, filosofía de la praxis: “No hay un pensamiento sin influjo sobre la realidad, ni una realidad que no determine el pensamiento” (6).
En cualquier caso, la calidad del libro de Domenico Losurdo y la no menor de su introducción en la versión inglesa lo hacen sumamente recomendable.
Referencias
(1)Gabriel Rockhill
(nacido en 1972) es un filósofo, escritor, crítico cultural y activista
estadounidense. Realizó sus estudios superiores en Francia y
actualmente es profesor de Filosofía en la Universidad de Villanova de Filadelfia. Es asimismo director-fundador del Taller de Teoría Crítica
y contribuye regularmente al debate intelectual público en medios como
CounterPunch, Black Agenda Report, el New York Times y Libération, entro
otros. También en Canarias Semanal hemos publicado algunos de sus
artículos. Sobre el concepto “industria de la teoría global”, véase la
entrevista que le hicimos en este medio:
https://canarias-semanal.org/art/33563/gabriel-rockhill-la-industra-de-la-teoria-global-capitalista-al-descubiero-video
(2) La obra de la que aquí tratamos, El Marxismo Occidental, cómo nació, cómo murió, cómo puede ser resucitado, fue publicada por la editorial Trotta en 2019. En la editorial El Viejo Topo
se pueden encontrar otros títulos de Losurdo: Stalin. Historia y
crítica de una leyenda negra (2011); Contrahistoria del liberalismo
(2007); La lucha de clases (2014); La izquierda ausente (2015); Un mundo
sin guerras (2016) y su obra póstuma La cuestión comunista (2021).
(3) Ciñéndonos sólo al caso español, el Banco de Santander patrocinó en 2021 una charla de Judith Butler en
el Museo Reina Sofía de Madrid. Como una de las principales
intelectuales de la industria de la teoría, ha sido objeto de múltiples
noticias y entrevistas en los grandes medios. También recibió el Premio
Internacional Cataluña que otorga la Generalitat, y la Medalla de Oro
del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Véase
https://canarias-semanal.org/art/33459/judith-butler-o-el-fetichismo-de-la-mercancia-intelectual
y
https://canarias-semanal.org/art/29396/judith-butler-la-pope-del-feminismo-postmoderno-y-su-apoyo-al-capitalismo-yanqui
(4) Jennifer Ponce de León es profesora asociada de Inglés en la Universidad de Pensilvania. Está también especializada en estudios sobre América Latina a partir de la década de 1960 y Literatura Comparada. Su investigación se centra enlos movimientos izquierdistas y la producción cultural en las Américas y en el pensamiento marxista y anti-colonial. Es directora asociada del Taller de Teoría Crítica. Actualmente trabaja en un libro, Revolutionizing Aesthetics, en co-autoría con Gabriel Rockhill.
(5) Andrés Piqueras,
De la decadencia de la política en el capitalismo terminal. Un debate
crítico con los “neo” y los “post” marxismos. También con los
movimientos sociales (El Viejo Topo, 2022)
(6) Citado en Andrés Piqueras, De la decadencia de la política, p. 321.
Fuentes: Rebelión [Foto: La Torre Eiffel decorada con los anillos olímpicos durante las últimas Olimpiadas,
julio de 2024 (Wikimedia)]
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Sin lugar a dudas, la Torre Eiffel fue el centro de atención y la
superestrella de los recientes Juegos Olímpicos de París, lo cual es
comprensible, puesto que la obra maestra de Gustave Eiffel es desde hace
mucho tiempo el emblema de la ciudad. No obstante, la Torre también es
un símbolo de la riqueza y el poder de la burguesía, de la “clase
capitalista”, un patriarcado en cuyas filas también se incluyen las
damas y caballeros del Comité Olímpico Internacional (OIC, por sus
siglas en inglés). Una brizna de historia puede ayudarnos a entender el
papel fundamental que ha desempeñado la Torre Eiffel en el reciente gran
espectáculo olímpico de la “Ciudad de la Luz”.
Sin
lugar a dudas, la
Torre Eiffel fue el centro de atención y la superestrella de los
recientes Juegos Olímpicos de París, lo cual es comprensible,
puesto que la obra maestra de Gustave Eiffel es desde hace mucho
tiempo el emblema de la ciudad. No obstante, la Torre también es un
símbolo de la riqueza y el poder de la burguesía, de la “clase
capitalista”, un patriarcado en cuyas filas también se incluyen
las damas y caballeros del Comité Olímpico Internacional (OIC, por
sus siglas en inglés). Una brizna de historia puede ayudarnos a
entender el papel fundamental que ha desempeñado la Torre Eiffel en
el reciente gran espectáculo olímpico de la “Ciudad de la Luz”.
La columna de acero de
Eiffel se erigió en 1889 para conmemorar el centenario del inicio de
la “Gran Revolución” de Francia en 1789, pero también para
borrar la memoria de otras revoluciones menos “grandes”, pero más
recientes y muy traumáticas, es decir, las de 1848 y 1871, esta
última conocida como la Comuna de París. Todas esas revoluciones
fueron estallidos de una compleja lucha de clases entre pobres y
ricos. Se solía denominar a las personas pobres “ceux
d’en bas”,
“los de abajo”, o “le
menu peuple”,
“el pueblo humilde”, pero también se les puede describir como el
“demos”, una palabra de origen griego que encontramos en la
palabra “democracia” y significa “poder por y para el pueblo
humilde”. En
cualquier caso, eran (y son) el tipo de personas que pueden esperar
cambios revolucionarios para mejorar su en general
miserable suerte, por ejemplo, en forma de
la bajada del
precio de para el pan y de otros artículos de primera necesidad.
Mirando por encima del hombro a las personas pobres estaban “ceux
d’en haut”, “los de arriba”, es decir, las personas ricas
situadas en lo más alto de la pirámide social, la nobleza y la
burguesía, los burgueses acomodados que consideraban que el orden
social y económico establecido era bastante satisfactorio y tenían
horror de la idea de cambios revolucionarios. No es de extrañar, por
lo tanto, que las revoluciones que Francia experimentó en 1789,
1830, 1848 y 1871, y que tuvieron lugar la mayoría de ellas, aunque
no todas, en París, fueran en gran parte obra de los hombres y
mujeres “humildes” de la capital del país.
No hay que subestimar los
logros democráticos de esas revoluciones, porque, por ejemplo, fue
durante el gran levantamiento de 1848 cuando se introdujo el sufragio
universal y se abolió la esclavitud. Sin embargo cada revolución
presenció el “secuestro” de las revoluciones por parte de
miembros de la burguesía, que lograron así alcanzar los objetivos
políticos “liberales” y socioeconómicos capitalistas de su
clase, lo
que se hizo a expensas de la nobleza y de la Iglesia, pero, sobre
todo, de “las personas de abajo”, cuyos esfuerzos por llevar a
cabo reformas democráticas de gran alcance se reprimieron en 1848 y
cuyos intentos de construir una sociedad socialista, manifestados en
la Comuna de París de 1871, fueron ahogados en sangre. La burguesía
se
convirtió en
la dueña de Francia después de ese triunfo.
Antes de la Gran Revolución de 1789 París era
una “ciudad real”, que irradiaba el poder y la gloria del orden
feudal de varios siglos de antigüedad cuya figura principal era el
rey. Gran cantidad de edificios monumentales y vastas plazas, con
imponentes estatuas de reyes, cardenales y demás, pertenecían a las
clases privilegiadas de aquel “Antiguo Régimen”, la nobleza y el
(alto) clero, y, por supuesto, también al rey (aunque este prefería
residir en un
suntuoso palacio de Versalles, lejos de la ajetreada capital y de sus
“multitudes enloquecidas”). En aquel
momento la
imagen arquitectónica de
esta “realeza” de París y principal
atracción turística de la ciudad era el Pont Neuf [Puente
Nuevo], el primer puente de piedra sobre el
Sena, un “regalo”
que el rey Enrique IV había hecho a la ciudad hacia el año 1600. El
poder de la Iglesia, íntimamente asociado al rey, se reflejaba en
los muchos lugares
de oración y monasterios, que hacían que París impresionara (¿o
intimidara?) a visitantes y residentes como una “nueva Jerusalén”
católica.
La
nobleza prefería residir en la parte occidental de la ciudad de
París, en grandes y lujosas residencias
conocidas como “hôtels”, situados en el distrito de
Saint-Germain y a lo largo de la rue
du Faubourg Saint-Honoré, que discurría paralela a los Campos
Elíseos hasta el pueblo de Roule, encaramado en una loma que más
tarde se coronaría con el Arco del Triunfo. Anteriormente los
aristócratas habían vivido sobre todo en el barrio de Marais,
situado en el centro de París y cerca de la Bastilla, cuyo centro
era una “place royale”, “plaza real”, la
actual Place des
Vosges. Pero los prósperos miembros de la “prometedora”
burguesía habían ocupado la mayoría de los hôtels
de ese distrito. La burguesía también habitaba en otros barrios
elegantes del centro de París, como la rue
de la Chaussée d’Antin y las calles adyacentes, incluida la rue
de la Victoire, donde residieron durante algún tiempo un joven
Napoleon y su mujer, Josefina.
El “pueblo humilde” vivía en los barrios
degradados y a menudo de chabolas del centro de la ciudad, que seguía
siendo casi medieval, con
calles estrechas, torcidas y sucias, y también en los distritos y
barrios
periféricos del este
de la ciudad (“faubourgs”), especialmente el Faubourg
Saint-Antoine, situado inmediatamente después de la Bastilla y de
las demolidas murallas medievales, un sistema defensivo del que la
Bastilla había sido un importante baluarte. Los faubouriens
de Saint-Antoine fueron
en 1789, y de nuevo en 1830 y 1848 las tropas de choque que sacaron
las castañas del fuego revolucionario. Lo hicieron, entre otras
cosas, asaltando la Bastilla aquel famoso 14
de julio de 1789, y atacando el palacio de las Tullerías y
expulsando al rey de ahí
el 10 de agosto de 1792.
En cierto modo, las revoluciones francesas
consistieron
en los intentos del “pueblo
humilde” de conquistar París y de “quitarle su condición real”
a la “ciudad real”. No es casual que en 1793, durante la “Gran
Revolución”, el rey fuera ejecutado en medio de la más real de
las plazas reales de París, la Place Louis XV, que más tarde se
convirtió en la Place de la Concorde. Otras plazas perdieron sus
nombres y estatuas regios, y los símbolos reales, como la
“fleur-de-lis” [flor de lis], se sustituyeron por atributos
republicanos, como la bandera tricolor y la consigna “libertad ,
igualdad, fraternidad”.
Este hecho de “quitar la condición real” a la
capital implicaba inevitablemente “quitarle la condición
clerical”, que provocó el cierre y la demolición de muchos
monasterios e iglesias o en algunos casos su transformación a
beneficio del “populacho” en hospitales, escuelas o almacenes
para guardar grandes cantidades de harina, vino y otros alimentos
esenciales, y evitar así que sus precios se dispararan en caso de
malas cosechas.
La capital francesa parecía destinada a
convertirse en una ciudad de y para el “pueblo humilde”, el
“demos”, una ciudad literalmente democrática.
Sin embargo, esta idea no agradaba en absoluto a los burgueses
acomodados, que habían
apoyado los
movimientos revolucionarios mientras habían
atacado al orden feudal
establecido, pero que se sintieron amenazados y se volvieron
reaccionarios cuando los revolucionarios parisinos empezaron a luchar
por unos objetivos contrarios
a las ideas “liberales” y
a los intereses capitalistas de la burguesía. Eso ocurrió en 1792,
1848 y 1871. En cada una de estas ocasiones la burguesía logró
reprimir los intentos de radicalización revolucionaria, logró
frustrar los esfuerzos de hacer que París fuera más plebeyo y, en
vez de ello, transformar un poco más la antigua “ciudad real” en
una metrópoli burguesa.
Bajo los auspicios de Napoleon, que había sido
alzado al poder por la burguesía y resultó ser un defensor a
ultranza de sus intereses de
clase, se llevó a cabo el aburguesamiento sistemático de París. El
corso, que provenía de una familia que tanto se podía considerar de
la baja nobleza como de la alta burguesía, fue en gran parte
responsable de que el oeste de París (que antes de la Gran
Revolución había estado monopolizado por una élite de alta cuna,
la nobleza) pudiera ser colonizado por una élite de altos ingresos,
la (alta) burguesía. Se consiguió
gracias a la construcción de amplias avenidas, inspiradas en los ya
existentes Campos Elíseos, en
las que las personas ricas
podían construir casas prestigiosas para vivir en ellas, o para
venderlas o alquilarlas a altos precios; esas avenidas convergían en
un amplio
espacio en forma de estrella, la Place de l’Étoile. El
oeste de París se convirtió así en el hábitat exclusivo de las
personas ricas, las “gens de bien”, la clase acomodada.
Después de Napoleon
y de la “Restauración” de 1815-1830, una breve vuelta
tanto de la monarquía borbónica y la nobleza como de la Iglesia, se
reanudó el aburguesamiento de París bajo el gobierno de un rey
“constitucional” perteneciente
a la Casa de Orleans, Luis
Felipe, conocido como el “rey burgués” debido a que defendía
unas políticas muy liberales. Y el aburguesamiento de París avanzó
de forma espectacular cuando un sobrino de Napoleon gobernó Francia
como emperador Napoleon
III durante un par de décadas a mediados del siglo XIX. Bajo los
auspicios del Prefecto del Departamento del
Sena, Georges–Eugène Haussmann, conocido como el “Barón
Haussmann”, se construyeron bulevares, vastos parques y plazas, y
monumentos impresionantes que transformaron el centro de París en
una metrópolis moderna. Con todo, la “haussmannización” de la
ciudad tuvo también una dimensión contrarrevolucionaria. En primer
lugar, se hizo desaparecer del centro de París la mayoría de los
barrios de chabolas, junto con las personas pobres y agitadas que
habitaban en ellos y, por lo tanto, una ciudadanía potencialmente
revolucionaria. Con
ello se hizo sitio para
construcciones hermosas pero caras, “immeubles de rapport”,
“edificios que generan dinero”, como tiendas, restaurantes,
oficinas y pisos bonitos.
Estos proyectos proporcionaron jugosas oportunidades de ganar dinero
a los burgueses ricos, pero, sobre todo, a los grandes bancos que
aparecieron
entonces en la escena económica, entre ellos el Crédit Lyonnais, la
Société Générale y el Banco Rotschild, en el que trabajó desde
2008 hasta 2012 el actual Presidente de la República, Emmanuel
Macron. Unas 350.000 personas pobres fueron
expulsadas así del centro de la ciudad.
Las “gens de bien”, las
“personas con propiedades”, se instalaron en la ciudad y las
“gens de rien”», las “personas que no tienen nada”, se
vieron obligadas a salir de su centro. Se les expulsó hacia el este,
al Faubourg
Saint-Antoine y a otros distritos periféricos de la ciudad, el
“París de la pobreza” situado
al este,
que resultó ser un planeta muy distinto del “París del lujo”
situado
en el oeste.
Fue desde esta parte este plebeya desde donde en 1798 el demos
parisino había invadido el centro de París para “quitar la
condición real” a la “ville
royale”, “revolucionarla” y “democratizarla”.
En 1871 la Comuna de París fue
un último intento de lograr ese objetivo, pero el levantamiento fue
reprimido por tropas que, procedentes de Versalles, entraron en París
por los distritos occidentales de la ciudad, donde fueron recibidos
con los brazos abiertos, pero se fueron encontrando con una
resistencia cada vez más fuerte a medida que avanzaban hacia el este
de la ciudad, donde acabaron los combates con la ejecución de muchos
comuneros y comuneras que había sido capturados.
La sangrienta represión de la Comuna selló el
triunfo de una burguesía francesa que a partir de entonces fue
resueltamente, casi fanáticamente, contrarrevolucionaria. Había
terminado la “Era de las Revoluciones”, tanto en Francia como en
el hervidero revolucionario del país, París.
Parecía haber desaparecido para siempre la posibilidad de que la
plebe de la capital la conquistara y, a la inversa, el
aburguesamiento de la ciudad que había emprendido Napoleon parecía
entonces un hecho consumado.
Con ocasión del primer centenario de la Gran
Revolución en 1889 se certificó simbólicamente este triunfo de la
burguesía con la construcción de la Torre Eiffel, una especie de
tótem sobredimensionado que evocaba la modernidad, la ciencia, la
técnica y el progreso, unos valores con los que en general se
identificaba la “tribu” burguesa de Francia y
del extranjero, y en
particular la recién nacida “Tercera República” francesa. El
“pilar republicano” funcionó también
como símbolo fálico de la joven, dinámica y potente clase que la
burguesía victoriosa creía ser.
La obra de Eiffel, que se alzaba sobre de las
aguas del Sena y evocaba un faro, parecía irradiar la brillante luz
de la modernidad a todo
el país y, de hecho, a todo
el mundo. Desde un
punto de vista burgués, la Torre tenía también la cualidad de
eclipsar tanto el muy horizontal Pont Neuf, emblema del antiguo París
real, como Notre Dame, rostro arquitectónico de la antigua “ville
royale”. La
Torre proclamaba así la superioridad de la nueva Francia republicana
y capitalista de la burguesía frente a la antigua Francia monárquica
y feudal dominada por la nobleza y la Iglesia.Por último, la Torre sustituyó al
Pont Neuf como principal atracción turística de la capital francesa
y desplazó de hecho el centro de gravedad de la ciudad desde la Île
de la Cité, centro de la rueda parisina, a las zonas burguesas del
oeste de la ciudad, el suntuoso dominio del “beau monde” burgués.
El gran especialista rumano en mitos y religiones antiguas Mircea
Eliade afirma que los pueblos arcaicos tendían a sentirse abrumados por
el vasto, aparentemente caótico y en muchos sentidos misterioso y
aterrador mundo en el que habitaban, un mundo (o universo) del que no
eran sino una parte infinitesimal, insignificante e impotente.
Necesitaban poner orden y familiaridad en este mundo, es decir,
transformar su caos en un cosmos, un mundo que
siguiera siendo misterioso, pero que fuera hasta cierto punto familiar,
comprensible y menos temible. Esto se solía hacer encontrando y marcando
un centro, es decir, un lugar que tuviera un fuerte significado tanto en el espacio como en el tiempo, un espacio sagrado: ese lugar se consideraba el centro de un espacio geográfico, la tierra, y al mismo tiempo el lugar de un punto culminante en el tiempo, el lugar donde los dioses habían creado a los seres humanos y/o el mundo.
Un árbol muy viejo y grande
o
una montaña real o imaginaria, como una pirámide, podían servir
de ese
lugar sagrado, o si no, se podía construir un pilar o una torre y
proclamarlo
el centro (u ombligo, eje) del mundo y/o el lugar de la creación. Se
puede decir que el ejemplo más famoso de este “axis mundi” era
el zigurat o pirámide escalonada de la ciudad de Babilonia, la
famosa Torre de Babel, conocida localmente en la época como
Etemenanki, “el templo de la creación del cielo y la tierra”.
Estas construcciones funcionaban como conexiones simbólicas entre la
tierra y el cielo, permitían a los seres
humanos ascender al cielo o, al menos, acercarse a él; y, a la
inversa, permitían a los dioses descender a la tierra para crear a
los seres humanos. Por consiguiente, también se consideraban
escaleras y contenían escalones, que representaban peldaños, como
en el caso de las terrazas de Etemenanki, los “Jardines Colgantes”
de Babilonia, que
los griegos
consideraban
una de las Siete Maravillas del Mundo.
Con la ayuda de estas ideas
de Mircea Eliade se puede interpretar la construcción de la Torre
Eiffel, su ubicación y sus características principales.
Las revoluciones francesas que desde 1789 y hasta 1871 conmocionaron
Europa y el mundo entero, pero sobre todo a
la propia
Francia, provocaron la desaparición del antiguo cosmos
de la Francia feudal y monárquica, dominada por el binomio de
nobleza e Iglesia. Después de casi un sigo de caos
revolucionario emergió un nuevo cosmos,
un
orden capitalista en vez de uno feudal, cuyo exoesqueleto era una
república y que estaba dominado económica y socialmente por la
(alta) burguesía. Otros países iban a seguir su ejemplo, pero
Francia fue el primero en lograr un estatus burgués casi perfecto,
fue el Estado burgués primigenio.
La capital francesa, donde
habían tenido lugar la mayoría de los principales acontecimientos
revolucionarios, fue el epicentro de un emergente cosmos capitalista
y burgués internacional. Por consiguiente, era
de lo más conveniente que
la metrópoli burguesa erigiera un monumento para confirmar y
celebrar su estatus sagrado respecto al espacio y al tiempo: primero,
como epicentro del nuevo mundo burgués y capitalista, y segundo,
como lugar en el que se había producido, gracias a la(s)
revolución(es), el nada fácil nacimiento de este nuevo mundo. La
Torre Eiffel, el edificio más alto del mundo, era ese monumento, una
especie de pirámide escalonada cuya perpendicularidad, interrumpida
por tres pisos, evocaba también una escalera, como lo habían hecho
las terrazas o “Jardines Colgantes” de Babilonia. Y,
efectivamente, la Torre Eiffel proclamaba que París era la
Babilonia, la ciudad de ciudades, del nuevo cosmos burgués.
La burguesía también había llegado al poder en
otras ciudades europeas a lo largo del siglo XIX o principios del XX,
por medio de revoluciones o no, pero ninguna capital se había
aburguesado tan tempranamente ni tan completamente como París.
Rusia, Alemania y el Imperio Habsburg eran monarquías, vinculadas a
Iglesias “establecidas”, cuyas capitales iban
a seguir siendo ciudades no
solo reales, sino imperiales, que se
jactaban de sus palacios
imperiales y aristocráticos, en su mayoría magníficos. y
de sus iglesias exuberantes. En Gran
Bretaña la clase media-alta liberal se convirtió en socia, aunque
solo socia menor, de una nobleza terrateniente conservadora que
siguió estando
al mando desde el punto de vista
político, social y también arquitectónico y urbanístico.
Así, Londres siguió siendo un mundo urbano con dos polos
arquitectónicos feudales, en un extremo la Torre, una fortaleza
medieval parecida a la Bastilla, un fósil del absolutismo real, y en
el otro el tándem del palacio de Buckingham, un palacio de las
Tullerías británico, y la abadía de Westminster, la Notre Dame
londinense. No es casual que el estilo de la mayoría de las grandes
creaciones arquitectónicas de la época se conociera como
“victoriano”, lo que reflejaba
e incluso enfatizaba su relación con la monarquía.
En comparación con otras capitales, después de
1871 París parecía “über–bourgeois”, burguesa por encima de
todo. No es de extrañar que la ciudad fuera admirada, visitada y
elogiada
por mujeres y hombres burgueses, jóvenes y viejos, conservadores y
vanguardistas de todo el mundo, esto
es, del mundo “occidental”,
que cada vez era más industrial, capitalista y, por supuesto,
burgués. Personas burguesas acomodadas de todo el mundo convergían
en París como los peregrinos católicos convergían en Roma o los
peregrinos musulmanes en La Meca. A la inversa, un París
aburguesado, simbolizado
sobre todo por el urbanismo y la arquitectura “haussmannianos”,
emigró a ciudades de todo el mundo donde la burguesía también
había triunfado política, social y económicamente. Por ejemplo,
Bucarest, Bruselas y Buenos Aires hicieron todo lo posible por
parecerse a la capital francesa, con imponentes residencias y
costosos “edificios que generaban
dinero” situados
en amplias avenidas o vastas
plazas, y
con imponentes edificios gubernamentales, bancos, bolsas, teatros,
hoteles palacio y restaurantes de lujo.
En 1871 bajó el telón de
la dramática “Era de las Revoluciones” francesa, pero por
debajo de
la superficie, y a
veces
por encima,
persistió el conflicto de clases de menor intensidad y con él la
simbólica “Batalla por París” librada entre ricos y pobres. La
burguesía creía haber ganado la batalla, pero su victoria nunca fue
verdaderamente completa. El este de París siguió siendo plebeyo e
igualmente plebeyos, incluso proletarios, fueron
los nuevos barrios
pèriféricos
que proliferaron al este y al norte de la capital, como Saint-Denis.
Es ahí donde se instalaron los inmigrantes llegados de toda Francia
y del extranjero en busca de trabajo en la capital, pero que
no podían pagar
los elevados
precios de la vivienda en el centro y los barrios del oeste de la
ciudad.
A lo largo de los 135 años
pasados
desde la construcción de Torre Eiffel, París logró
seguir
siendo burguesa,
pero no con tanta seguridad como se
podría creer.
De hecho, esta supremacía burguesa se vio amenazada varias
veces.
No obstante, la ocupación alemana de 1940-1944 no fue
un problema a este respecto, como cabría
pensar. La burguesía prosperó en Francia, y especialmente en París,
bajo los auspicios del ocupante y del régimen colaboracionista de
Vichy, ambos ávidos practicantes de políticas de bajos salarios y
altos beneficios. Hitler, que era él mismo un “petit
bourgeois” que había sido cooptado por la“haute
bourgeoisie” alemana y gobernaba en su nombre, admiraba
París. No
tenía intención de destruir la
ciudad,
pero en colaboración con el arquitecto Albert Speer planeó
transformar Berlín de modo
que la capital alemana ocupara el lugar de París como una Babilonia
burguesa. El Führer
también opinaba que muchos franceses no estaban descontentos con la
presencia alemana en la “Ciudad de la Luz”, porque eliminaba “la
amenaza de los movimientos revolucionarios” (2).
Y, efectivamente,
en agosto de 1944, cuando los alemanes se retiraban de la ciudad y
las tropas aliadas procedentes de Normandía no habían llegado
todavía, se produjo una situación potencialmente revolucionaria que
amenazaba la supremacía burguesa en París. Surgió así una
oportunidad de
que la Resistencia de izquierdas, dirigida por los comunistas,
llegara al poder en la capital y potencialmente en todo el país, y
en ese
caso muy probablemente se habrían producido
reformas anticapitalistas extremadamente radicales. Pero los
estadounidenses frustraron esa posibilidad. El
ejército
estadounidense trasladó
rápidamente a París al general de
Gaulle (al
que antes había
ignorado, algo que él nunca perdonaría a los estadounidenses) y lo
presentaron
como el indiscutible líder supremo de la Resistencia, aunque
en realidad no lo era. Pronto
se convirtió en jefe del gobierno de la Francia liberada. Su entrada
triunfal en la capital no se escenificó en la plaza de la Bastilla
ni en ningún otro lugar del este de París, sino en los Campos
Elíseos, la calle
principal de los mismos distritos occidentales donde en 1871 una
bienvenida entusiasta esperaba a las tropas que acudían desde
Versalles para ahogar en sangre a la Comuna. De
Gaulle iba a garantizar que el orden socioeconómico burgués se
mantuviera intacto en Francia y con un París, como la guinda del
pastel, que iba a seguir siendo igualmente burgués.
El
hecho de que el aburguesamiento
de París nunca estuvo totalmente
asegurado también se hizo evidente que en mayo de 1968, cuando
obreros y estudiantes se declararon en huelga y se manifestaron en el
Barrio Latino y otras partes
del centro de la ciudad, y la situación amenazó con degenerar en
una guerra civil o una revolución.
Por otra parte, también
hubo intentos de perfeccionar el aburguesamiento de la Ciudad de la
Luz. Así es como se pueden interpretar los grandes proyectos que se
emprendieron en el este de la capital, primero por parte del sucesor
del general de Gaulle, Georges Pompidou, que decidió que las últimas
barriadas del centro de París dejaran sitio a un centro de arte que
recibió
su nombre. Poco después, bajo los auspicios del presidente François
Mitterand, en teoría socialista pero en realidad un “bourgeois
gentilhomme”, “burgués
gentilhombre”, iniciativas como la construcción de una nueva ópera
en la plaza de la Bastilla y un nuevo Ministerio de Finanzas, así
como de un
estadio deportivo en el barrio obrero de Bercy, pretendían
oficialmente rejuvenecer el este de la ciudad a
beneficio de sus habitantes plebeyos, pero los planes urbanísticos
de Mitterand en realidad fueron
una gentrificación
a
beneficio de la burguesía y especialmente de su “jeunesse dorée”
o juventud dorada, para la que el oeste de París probablemente era
demasiado burgués en el sentido de “aburrido”.
En 2018 surgió
una nueva amenaza para el París burgués en forma de un movimiento
cuyos numerosos y alborotadores participantes se conocieron como los
“Chalecos Amarillos”. Estos manifestantes eran los “sospechosos
habituales”, es decir, plebeyos de los barrios y suburbios del este
de la capital a los que su unieron personas
de toda
Francia e incluso del extranjero en sus invasiones semanales de la
ciudad. Se manifestaron muy provocativamente no solo en la Plaza de
la Bastilla y en otros lugares de su “territorio” en el este de
París, sino también en el corazón del “París del lujo” de la
parte occidental, incluidos los Campos Elíseos.
Los “Chalecos Amarillos” se la tenían jurada a la persona y al
político del presidente Macron, un exbanquero que era tan
presidente-burgués como Luis Felipe había sido un rey-burgués. El
París burgués tembló
mientras duró el movimiento, hasta que en 2020 la pandemia de
COVID-19 proporcionó una justificación perfecta para prohibir las
grandes concentraciones.
La reciente organización de
los Juegos Olímpicos se puede ver, y entender, desde la misma
perspectiva. En efecto, se han definido los Juegos Olímpicos
modernos como un “capitalismo de celebración” (3),
es
decir, un fasto para la “clase capitalista” burguesa, cuya “crème
de la crème” está formada actualmente por propietarios
hiperricos, grandes accionistas y directivos de empresas
multinacionales, magnates de los medios de comunicación, sus aliados
financieros, juristas y celebridades multimillonarias como Lady Gaga,
Céline Dion, etcétera. El
objetivo fundamental
de esta clase es maximizar
los beneficios. Y la función de los Juegos Olímpicos es permitir
esta acumulación de riquezas con la colaboración de la ciudad y el
país anfitriones, que se supone facilitan esta privatización
de los beneficios no exclusivamente, sino fundamentalmente,
por
medio de
la socialización de los costes (4).
Esta élite del capitalismo multinacional patrocina los Juegos
Olímpicos y entre sus miembros hay
sobre todo corporaciones
originarias
de
Estados Unidos (actual
centro
de gravedad del sistema capitalista mundial), como Coca-Cola, pero
también empresas francesas como Louis Vuitton (LV), que
suministra
todo tipo de productos de lujo, una empresa que floreció durante la
ocupación alemana que, como hemos
mencionado,
no
fueron
malos tiempos para la élite burguesa francesa, típica consumidora
de los muy caros artículos
que LV pone a su disposición.
Esta élite internacional
estaba deseando celebrar sus Juegos Olímpicos en París, pero en un
París agradable, en un París en el que pudieran sentirse como en
casa, y eso significaba la parte occidental y burguesa de la ciudad,
el “París del lujo”. A su vez, para la burguesía, la “clase
capitalista” de París y de toda Francia, los Juegos Olímpicos
suponían una oportunidad de oro en dos sentidos. Primero, para
obtener unos beneficios nunca vistos, por ejemplo, cobrando unos
precios exorbitantes
por las habitaciones de hoteles buenos
del oeste de París, que incluso en épocas normales son caros, y
también por los balcones de los pisos superiores
de los edificios “que generan dinero” situados en lugares
favorables, desde los
que
turistas adinerados podían aclamar a los atletas a
su
paso. En segundo lugar, y más importante al menos para lo
que pretendemos,
los Juegos Olímpicos también ofrecían a la burguesía la
posibilidad de confirmar una
vez más e
incluso fomentar
el aburguesamiento de la ciudad, y de permitir que París volviera a
brillar, aunque fuera solo durante unas semanas, como la Babilonia de
la burguesía internacional. En este contexto fue en el que se llevó
a cabo la “limpieza social”
(nettoyage social)
de
la ciudad, en concreto con la expulsión de las personas sin hogar y
la concomitante “ocultación
de la pobreza”
(invisibilisation de la pauvreté)
(5).
Así,
también se puede entender
por qué el día de la inauguración los barcos con miles de atletas
a bordo salieron del puente de Austerlitz, situado en la cúspide del
centro histórico de la ciudad y de sus barrios del este, el “París
de la pobreza”. El
espectáculo olímpico daba la espalda al París plebeyo al salir de
ahí, de modo que se podía dejar sin ser vistos ni mencionados la
plaza de la Bastilla, primordial “locus delicti” revolucionario,
y, detrás de ella, el Faubourg
Saint-Antoine, antaño la guarida del león revolucionario, en gran
parte literalmente atrincherado; bastó con que anteriormente,
concretamente el 14 de julio, día de la Toma de la Bastilla, la
antorcha olímpica pasara brevemente por ese barrio. Así, la
flotilla, impertérrita ante
desagradables asociaciones con la Revolución francesa y las
revoluciones en general, pudo descender alegremente por el Sena hasta
el oeste de París, el París en el que una “celebración
del capitalismo» deportiva era tan bienvenida como lo habían
sido
las tropas procedentes de Versalles y el General de Gaulle en 1871 y
1944, respectivamente.
Forzosamente también se
tuvieron que utilizar para los Juegos Olímpicos algunas de las
infraestructuras deportivas que resultaban
estar en otros lugares, como el estadio nacional de fútbol y de
rugby del barrio
periférico
plebeyo de Saint-Denis, un impresionante recinto conocido como
Estadio
de Francia. Con todo, la
mayor cantidad
posible de eventos, incluidos los más espectaculares, tuvieron
lugar en los
barrios del oeste. Las
maratones acabaron en la vasta Explanada de los Inválidos y los
ciclistas llegaron al fotogénico lugar que se podría considerar el
punto topográfico central de los Juegos Olímpicos parisinos,
prácticamente en la base de la Torre Eiffel, donde también se
habían levantado instalaciones provisionales para pruebas como tenis
y voley playa. Ahí
fue también donde los atletas desembarcaron de los barcos para
asistir a la ceremonia inaugural. En aquella ocasión, la columna de
Eiffel, resplandeciente con miles de luces, proclamó a los
parisinos, a los atletas y a todo el mundo no solo que la celebración
olímpica del capitalismo era bienvenida en París, sino también que
París seguía perteneciendo a la burguesía, al menos hasta que
volviera a correr el peligro de una segunda venida de los “chalecos
amarillos” o de la aparición de otra horda plebeya.
Notas:
(1) Véase
Jacques R. Pauwels, “Napoleon Between War and Revolution”,
Counterpunch,
7 de mayo de 2021.
(2)
Véase
los cometarios sobre
París (incluida
la Torre
Eiffel) y
Berlín in Adolf Hitler, Libres
propos sur la guerre et la paix,
París 1952, pp. 23, 81, 97.
(3)
Véase
Jules Boykoff,
Celebration
capitalism and the Olympic games, Londres
2014.
(4)
Jules
Boykoff, autor del concepto de “capitalismo de celebración”,
considera los Juegos Olímpicos una forma inversa de economía de
goteo, por la que la riqueza en realidad gotea hacia arriba, de los
pobres a los ricos.
Jacques R. Pauwels es un prestigioso historiador y politólogo, e investigador asociado del Centre for Research on Globalization (CRG). Sus últimos libros publicados en castellano son Grandes negocios con Hitler, El Garaje Ediciones 2021, y Los grandes mitos de la historia moderna, Boltxe Liburuak 2021, que publicará a lo largo del mes de septiembre La Gran Guerra de clases, 1914-1918. Próximamente también se publicará en inglés How Paris Made the Revolution and the Revolution (re)made Paris, Iskra Books, US/UK/Ireland.
Esta
traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar
su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como
fuente de la traducción.
Les armes nucléaires offrent une illusion de sécurité. Si
l'on laisse la stratégie nucléaire américaine évoluer de la dissuasion à
l'emploi, on se retrouvera dans un scénario où les États-Unis
utiliseront des armes nucléaires. Et puis, ce sera l'extinction des
feux.
Vue
de face de quatre bombes nucléaires à chute libre B61 sur un support de
bombes
à la base aérienne de Barksdale, en Louisiane, en 1986. (DoD, domaine public, Wikimedia Commons)
Les
administrations américaines successives ont renoncé au contrôle des
armements en faveur du maintien de l’avantage stratégique américain sur
des adversaires réels et/ou imaginaires.
Cela
se fait en adoptant des stratégies d’emploi des armes nucléaires qui
s’écartent de la simple dissuasion pour se transformer en combats à tous
les niveaux du conflit, y compris dans des scénarios n’impliquant pas
de menace nucléaire.
À
l’heure où les États-Unis prônent des politiques exacerbant des niveaux
de tension déjà élevés avec leurs adversaires dotés de l’arme
nucléaire, la Russie et la Chine, l’administration Biden a approuvé un
nouveau plan d’emploi nucléaire qui augmente, plutôt que de diminuer, la
probabilité d’un conflit nucléaire.
Si
elle n’est pas maîtrisée, cette politique ne peut avoir qu’une seule
issue possible : l’annihilation nucléaire totale de l’humanité et du
monde dans lequel nous vivons.
Une chose intéressante s’est produite sur la route d’Armageddon.
En janvier 2017, le vice-président de l’époque, Joe Biden, s'exprimant devant la Fondation Carnegie pour la paix internationale,
a mis en garde contre les dangers inhérents à l’augmentation du
financement des armes nucléaires et, par extension, à l’accroissement de
leur importance.
«
Si les budgets futurs inversent les choix que nous avons faits et
injectent de l'argent supplémentaire dans un renforcement du nucléaire
», a déclaré Biden - faisant référence aux politiques de
l'administration Obama qui comprenaient la garantie du nouveau traité
START limitant la taille des arsenaux nucléaires américain et russe - «
cela rappelle la guerre froide et ne fera rien pour améliorer la
sécurité quotidienne des États-Unis ou de nos alliés. »
Plus
tard, en 2019, Biden, désormais candidat à la présidence, a commenté la
décision prise par le président Donald Trump de déployer deux systèmes
de missiles - un missile de croisière encore en développement et le
missile balistique lancé par sous-marin Trident déployé à bord des
sous-marins de classe Ohio de la marine américaine - armés d'une
nouvelle ogive nucléaire à faible rendement.
« Les États-Unis n’ont pas besoin de nouvelles armes nucléaires », a déclaré Biden dans une réponse écrite à questions posées par le Conseil pour un monde vivable« Notre arsenal d’armes actuel… est suffisant pour répondre à nos besoins en matière de dissuasion et d’alliance. »
Dans un article publié dans le numéro de mars/avril 2020 de Affaires étrangèresLe
candidat Biden s'est engagé à « renouveler notre engagement en faveur
du contrôle des armements pour une nouvelle ère », notamment en
s'engageant à « poursuivre une extension du nouveau traité START, un
point d'ancrage de la stabilité stratégique entre les États-Unis et la
Russie, et à l'utiliser comme base pour de nouveaux accords de contrôle
des armements ».
Biden
a ensuite déclaré que « le seul but de l’arsenal nucléaire américain
devrait être de dissuader – et, si nécessaire, de riposter – à une
attaque nucléaire. En tant que président, je m’efforcerai de mettre
cette conviction en pratique, en consultation avec l’armée américaine et
les alliés des États-Unis. »
Biden
a battu Trump lors de l'élection présidentielle de 2020 et, le 21
janvier 2021, il a prêté serment en tant que 46e président des
États-Unis.
Et puis…plus rien.
Vue aérienne du Pentagone la nuit. (Joe Lauria)
En
mars 2022, après de nombreuses spéculations sur la question de savoir
si Biden tiendrait ou non sa promesse de mettre en œuvre une politique
nucléaire à « objectif unique », l'administration Biden a publié le Édition 2022 de la Revue de la Posture Nucléaire
(NPR), un document mandaté par le Congrès qui décrit la stratégie, la
politique, la posture et les forces nucléaires des États-Unis à l'appui
de la stratégie de sécurité nationale (NSS) et de la stratégie de
défense nationale (NDS).
C'était une copie presque conforme de la Février 2018 NPR
publié par l’administration Trump, y compris un texte consacrant comme
doctrine la capacité des États-Unis à utiliser des armes nucléaires de
manière préventive, même dans des scénarios n’impliquant pas de menace
nucléaire.
En
décembre 2022, lors d’une réunion du personnel impliqué dans la
négociation et la mise en œuvre du traité historique de 1987 sur les
forces nucléaires intermédiaires, un haut responsable du contrôle des
armements de l’administration Biden a été interrogé par un contrôleur
des armements chevronné sur les raisons pour lesquelles Biden s’était
retiré de son engagement concernant la doctrine du « seul but ».
« L'agence interinstitutionnelle n'était pas prête à cela », a répondu ce responsable.
L'«
inter-agences » auquel le responsable faisait référence est un amalgame
de départements et d'agences, composé de fonctionnaires de carrière non
élus et de professionnels militaires qui servent d'exécuteurs de la
politique concernant l'entreprise nucléaire américaine.
C’était un aveu surprenant et extrêmement décevant de la part d’un
fonctionnaire dont le serment d’office le liait au principe
constitutionnel fondamental de l’autorité exécutive et du contrôle civil
de l’armée.
Biden
avait, avant même d’avoir prêté serment, reçu des objections concernant
toute modification de la doctrine nucléaire des États-Unis.
En septembre 2020, l'amiral Charles Richard, commandant du commandement
stratégique américain, responsable de l'arsenal nucléaire américain, a
averti que « nous sommes sur une trajectoire qui nous mènera, pour la
première fois dans l'histoire de notre nation, à affronter deux
concurrents dotés de capacités nucléaires équivalentes ». Richard
faisait référence aux arsenaux nucléaires de la Russie et de la Chine.
Une
fois devenu président, Biden s’est immédiatement retrouvé confronté à
deux défis majeurs pour lesquels il était mal équipé : la crise
russo-ukrainienne et l’affirmation par la Chine de ses intérêts
nationaux sur Taïwan et la mer de Chine méridionale.
Ces
deux accords impliquaient la possibilité d’une escalade militaire
pouvant conduire à un conflit direct entre l’armée américaine et ses
homologues russe et chinoise, tous deux incluant la possibilité d’une
guerre nucléaire.
Le
lancement par la Russie de son « opération militaire spéciale » contre
l’Ukraine, en février 2022, a entraîné un risque inhérent d’escalade
avec l’OTAN, conduisant à des menaces russes sur la possibilité d’une
utilisation d’armes nucléaires si l’OTAN décidait d’intervenir
directement en Ukraine.
Et
un rapport du Pentagone de novembre 2022 prévoyait que la Chine
augmenterait son arsenal nucléaire d’environ 400 armes à plus de 1,500
2035 d’ici XNUMX.
Le
nouveau traité START limite le nombre d'ogives nucléaires déployées à
1,550 XNUMX pour les États-Unis et la Russie. Le traité a été négocié
sur le principe de réciprocité bilatérale.
Alors
que les États-Unis sont confrontés à un arsenal nucléaire chinois
potentiel de 1,500 XNUMX armes et à un arsenal russe existant d’environ
le même nombre, il était clair que, si rien n’était fait, les États-Unis
allaient se retrouver dans une position désavantageuse en ce qui
concerne leurs forces nucléaires stratégiques.
Alors
que le NPR fournit une déclaration de politique générale concernant
l'arsenal nucléaire américain, il existe deux autres documents - les
Orientations du Président pour l'emploi nucléaire et les Orientations du
Secrétaire à la Défense pour la planification et la posture de l'emploi
des armes nucléaires - qui dirigent la planification de l'emploi réel
des armes nucléaires conformément à la politique nationale.
Le dernier document d’orientation sur l’emploi dans le secteur nucléaire, publié dans 2019,
a répondu au NPR de 2018. Cette orientation a pleinement intégré la
nouvelle ogive nucléaire à faible rendement W-76-2 dans les plans
d'emploi nucléaire des États-Unis. Il en a fait de même pour la nouvelle
génération de bombes à gravité B-61 qui constituent la force de
dissuasion nucléaire de l'OTAN.
Les
plans d’emploi, qui étaient basés sur le concept de « l’escalade à la
désescalade » (c’est-à-dire qu’en utilisant une petite arme nucléaire,
les États-Unis et l’OTAN dissuaderaient la Russie de procéder à une
escalade par crainte de provoquer un échange nucléaire généralisé).
En
bref, les plans de guerre nucléaire américains prévoyaient l’emploi
localisé d’armes nucléaires contre une menace russe et chinoise.
Ce
plan de guerre nucléaire américain était fondé sur la capacité à
dissuader l’escalade nucléaire russe et à dissuader ou vaincre la force
nucléaire chinoise en utilisant le nombre d’ogives nucléaires autorisé
par les plafonds mis en œuvre par le nouveau traité START.
Face à une Chine nucléaire plus forte
Cependant,
l’administration Biden est désormais confrontée à la possibilité et/ou à
la probabilité d’une force nucléaire stratégique chinoise beaucoup plus
importante et capable de survivre à une première frappe américaine
limitée et de livrer une charge nucléaire destructrice pour la nation
sur le sol américain en représailles.
Pour
s’adapter à cette nouvelle réalité, les États-Unis devraient attribuer à
la Chine les ogives nucléaires actuellement dirigées contre la Russie.
Cela nécessiterait non seulement que les États-Unis établissent des
listes de cibles révisées pour la Russie et la Chine, mais aussi qu’ils
repensent leurs stratégies de ciblage en général, en privilégiant la
destruction physique maximale plutôt que l’impact politique.
Plus
dangereux encore, les États-Unis devraient envisager des stratégies
d’emploi maximisant l’élément de surprise pour garantir que toutes les
cibles soient touchées par les armes désignées. Cela nécessiterait un
changement dans la posture de préparation et les zones de déploiement
opérationnel des forces nucléaires américaines.
L’augmentation
de la préparation implique la nécessité de faire preuve de vigilance
face à toute tentative de préemption par un adversaire nucléaire
potentiel, ce qui signifie que les forces nucléaires américaines seront
placées dans un état d’alerte plus élevé.
En bref, le risque d’une guerre nucléaire, involontaire ou non, est devenu exponentiellement plus grand.
En
mars, l’administration Biden aurait publié un nouveau document
d’orientation sur l’emploi dans le secteur nucléaire reflétant cette
réalité.
Nulle
part dans ces directives il n’est envisagé d’utiliser le contrôle des
armements comme moyen de gérer l’équation nucléaire, soit en prolongeant
le traité New START, soit en travaillant avec la Chine pour empêcher
une percée nucléaire chinoise.
Les
États-Unis semblent plutôt s’inquiéter de l’érosion de la dissuasion
nucléaire qui résulterait du détournement d’armes destinées à des
situations non chinoises. Dans cette optique, la solution au problème
réside dans la multiplication des armes nucléaires, et non leur
diminution.
C’est
pourquoi les États-Unis vont laisser expirer le nouveau traité START en
février 2026. Une fois le traité abrogé, le plafond du nombre d’ogives
déployées expirera également, et l’establishment nucléaire américain
sera en mesure de développer l’arsenal nucléaire opérationnel américain
de manière à disposer de suffisamment d’armes pour chaque cible
désignée.
Le monde devient un endroit très dangereux.
Les armes nucléaires offrent l’illusion de la sécurité.
En
laissant la posture nucléaire américaine évoluer d’une position de
dissuasion vers une position de combat, tout ce que nous garantissons,
c’est qu’un jour, les États-Unis finiront par utiliser des armes
nucléaires.
Et puis nous mourrons tous.
Nous sommes littéralement sur une autoroute vers l’enfer.
Scott
Ritter est un ancien officier du renseignement du Corps des Marines des
États-Unis qui a servi dans l'ex-Union soviétique pour mettre en œuvre
des traités de contrôle des armements, dans le golfe Persique lors de
l'opération Tempête du désert et en Irak pour superviser le désarmement
des armes de destruction massive. Son livre le plus récent est Le désarmement à l’époque de la perestroïka, publié par Clarity Press.
Les opinions exprimées sont uniquement celles de l'auteur et peuvent ou non refléter celles de Nouvelles du consortium.
Les données de la Banque mondiale et du Programme des Nations unies pour le développement (PNUD) concernant l’évolution de la situation économico-sociale du Venezuela sont assez édifiantes et de nature à nous permettre d’esquisser des explications ignorées, ou plus souvent évitées par le système médiatique, à propos de la crise politique que connaît ce pays.
Suivant la Banque mondiale, la population du pays qui diminuait régulièrement depuis des années (moins 2,9 % annuel en 2019) a augmenté de 1,9 % en 2023 et ce, notamment, grâce aux nombreux retours de ceux qui avaient quitté le pays depuis 2017. Le taux annuel négatif des migrations – un peu plus de 1,3 millions de personnes en 2018 – est devenu positif en 2023 – environ 320.000. Le taux de chômage n’était que de 5,5 % en 2023 (il est de 5,8 % en Belgique). Le nombre d’homicides qui était de 48 sur 100.000 personnes en 2018 est descendu à 19 sur 100.000 en 2023 ; et surtout l’inflation, la mère de toutes les misères, l’icône dont tous les médias se gaussaient pour dire du mal du pays et qui avait atteint le chiffre surréaliste de 833.997 % en 2018 est tombée à 69,5 % en 2023 [].
Le PNUD va dans le même sens. Dans son rapport « Performances macroéconomiques du Venezuela au premier trimestre 2024 et perspectives pour l'année 2025 », le PNUD pronostiquait pour le pays, exactement un mois avant les élections, une croissance de 4,2 % pour l’année 2024 (celle de la France est estimée à 0,9 %). Le rapport indique que la production du pétrole a augmenté de 18,4 % en 2023, que le dollar USA s’est stabilisé dans le marché de changes (il était à 637 bolîvares, la monnaie nationale, par USD en 2018 il est à 36, aujourd’hui-NdlR) et, surtout, que la collecte fiscale du 1er trimestre 2024 avait connu une augmentation de 161 % en comparaison avec celle de 2023 []. La CEPAL, commission régionale de l’ONU pour l’Amérique latine, annonçait une croissance de 4 % du PIB du Venezuela pour l’année 2024 (la moyenne pour l’Amérique latine étant de 2,1 %), c’est-à-dire la plus élevée de la région et ce pour la troisième année consécutive. [Face à ces chiffres, certains économistes ont commencé à parler de « miracle vénézuélien »].
Eh bien les amis, c’est là que gît le lièvre.
C’est là, et non pas dans la présentation ou non de tels ou tels actes électoraux et autres broutilles que se trouve la raison de la féroce campagne déclenchée par la puissance américaine et ses affidés contre le Venezuela d’aujourd’hui.
Que le Venezuela de 2024 soit toujours le même que celui de 2018 !
Ce dernier, avec un PIB qui avait diminué de 30 % entre 2014 et 2017 (plus ou moins dans les mêmes proportions que celles du krach des USA en 1929) aurait pu perdurer des siècles sans être vilipendé par ceux qui aujourd’hui l’agressent. Au contraire, elle eût été la vitrine idéale pour donner crédit aux discours de Biden, Corina Machado et von der Leyen pour qui « there is no alternative » au catéchisme néolibéral du grand capital financier.
Il était donc insupportable de laisser prospérer le tournant entrepris par le pays d’Hugo Chavez en 2018, l’année de la « NEP » vénézuélienne quand il fut décidé de répondre, comme dans les arts martiaux, à la violence des sanctions US et de l’UE avec des mesures libéralisant les potentialités de l’économie. Il était donc impensable de permettre que le monde voie que le pays qui en 2018 importait plus de la moitié des biens alimentaires en produit aujourd’hui 85 % ; il commence même à en exporter ! Cerise (amère) sur le gâteau : il se prépare à adhérer aux BRICS lors de son prochain sommet en Russie. « Mais, tonnerre de Dieu, ça ne va pas, non ! », semblent s’être dit nos grands procureurs…
Punir une expérience « fautive »
Pourtant, dès qu’Hugo Chavez est arrivé au pouvoir en 1999 avec sa révolution bolivarienne, l’oncle Sam se mit en furie et ne cessa de chercher à saboter son gouvernement, cherchant même à le faire tomber comme lors du putsch de 2002 avec, déjà !, la collaboration de l’UE alors présidée par l’Espagnol Aznar. Et plus le caractère antiimpérialiste de l’expérience chaviste s’affirmait, plus la réaction de l’Empire devenait violente. Ainsi, en 2015, le « progressiste » Obama signait un décret présidentiel contenant une liste de sanctions, déclarant le Venezuela « une menace inhabituelle et extraordinaire pour la sécurité nationale et la politique extérieure des États-Unis ».
A son tour Donald Trump signe en 2017 le décret présidentiel 13808 d’une violence inouïe. En parfaite coordination avec Corine Machado et, entre autres, le géant pétrolier Exxon, ce décret interdit à la planète entière toute transaction avec l’État vénézuélien, et tout particulièrement avec PDVSA (Petroleos de Venezuela S.A.), jusque-là cœur de l’économie nationale. Un détail, parmi les plus de 900 sanctions contenues dans ce décret, illustre l’extrême sévérité de la mesure : la société CITGO, une filiale de PDVSA, dispose de trois raffineries et 6.000 stations d’essence sur le territoire des États-Unis dont la totalité des actifs, recettes de vente, dépôts et valeurs en banque, créances (par contre pas les dettes qui restent « propriété » de PDVSA) furent confisquées. L’État vénézuélien est aussi lourdement attaqué, il ne peut plus émettre de titres sur sa dette, et ce y compris concernant des titres émis avant le décret et il est, bien entendu, également interdit de les acheter. Pour Jeffrey Sachs, l’économiste bien connu et consultant spécial auprès du secrétaire général de l’ONU, ces sanctions ont comme résultat de provoquer la famine dans la population et sont même plus violentes que celles que Cuba a endurées (ces dernières furent plus progressives ; ici il s’agit d’un étranglement immédiat).
La surprise de 2018
L’administration US et sa porte étendard Corina Machado ne s’attendaient pas au « tournant Maduro » qui, cette fois, pour faire face aux sanctions, s’est décidé à traiter le fait économique non pas comme une idéologie volontariste mais comme une praxis ayant ses impératifs. En conséquence, il fallait rompre avec le dogme d’une économie de la rente fondée sur la richesse pétrolière du pays qui avait perduré pendant un siècle et qui, vu ses énormes gains monétaires, finançait tous les besoins existants et paralysait ainsi le développement d’autres sources de productivité, stimulant une inflation structurelle, puisque la surabondance monétaire favorisait les hausses de prix. Le tout étant soumis aux aléas des fluctuations du prix de ce pétrole.
C’est ainsi qu’en 2018, en réponse aux sanctions de Trump de 2017, l’équipe de Maduro entreprend de réactiver l’économie nationale en orientant ses efforts en particulier avec le secteur privé, les petites, moyennes et grandes entreprises, les coopératives, le secteur banquier et des assurances. Les procédures de création d’entreprises et celles des banques dans l’octroi de crédits ont été allégées. Retournant à la ruralité, le pouvoir a commencé à refaire du pays ce qu’il fut avant la découverte du pétrole, un pays éminemment agricole. Et la fièvre de l’entrepreneuriat devint intense et resta soutenue depuis 2018. C’est ainsi que, dix jours avant les élections, le 18 juillet, Maduro se vantait du fait que « […] À ce jour, 1.387.261 entrepreneurs sont certifiés dans tout le pays, dont 64 % sont des femmes », tout en annonçant l'octroi immédiat de 10.000 prêts à 10.000 nouveaux entrepreneurs par l'intermédiaire de la Banque du Venezuela.
Voilà le Venezuela que le FMI, l’UE et bien entendu l’OTAN ne voulaient, surtout pas, voir refleurir. Bien au contraire, ils voulaient que le pays s’enfonce dans des crises telles qu’on puisse le ‘cueillir’ doucement (avec sa pléthore de richesses, son pétrole, son gaz, son or, argent, diamants, etc…, etc.)
Les élections comme tremplin pour le chaos
Constatant que la longue série de sanctions ne réussissait pas à faire plier le chavisme, notre troïka magnifique (Machado-UE-Blinken) s’est dit que les élections présidentielles pourraient être l’ultime option ; le moment d’une gigantesque mise en scène pour préfabriquer une « fraude » comme instrument de chaos et d’insurrection. Et ils se mirent au travail en commençant par faire des « sondages » (outil de pointe pour les révolutions de couleur) bien avant la date des élections et toujours, bien sûr, en donnant l’opposition gagnante, avec de très larges écarts ; une manière de préparer l’opinion nationale et internationale à « l’évidence » de la victoire des « machadistes ». Pour s’en occuper, rien de mieux que l’institut d’opinion étatsunien Edison Research lié, selon Wikileaks, à la CIA et qui fut déjà actif en Irak, en Géorgie et en Ukraine []. Puis la chaîne se mit en marche via CNBC, Reuters, le New York Times, le Washington Post etc. etc. Et c’est la même agence qui a été chargée « d’informer » le monde entier, le jour des élections à 18 heures, à la sortie des urnes, que les « sondages » indiquaient la victoire de l’opposant Gonzales avec 60 % des voix contre 30 % pour Maduro. Elon Musk, les GAFAM et les réseaux sociaux feront le reste pour confirmer la « victoire » de l’opposition.
C’est alors qu’arrive la formidable attaque informatique de la centrale de traitement des résultats électoraux, avec un ensemble hyper sophistiqué d’algorithmes et ce, au moment même où 80 % des voix comptabilisés, indiquaient une confortable avance pour Maduro ; une occasion fabriquée pour que l’on puisse crier à la fraude. Cette attaque ciblait non seulement le centre électoral mais une série d’importantes institutions du pays et n’est toujours pas complétement terminée [].
Le scénario pour générer la violence et le chaos était alors prêt. Corina Machado l’amie politique de Milei et de Netanyahou, qui avait demandé l’aide, y compris matérielle, à ce dernier en 2018, pour faire tomber Maduro et avait réclamé en 2019 dans des déclarations à la BBC, une intervention étrangère pour en finir avec le chavisme, pouvait se mettre à l’œuvre []. Mais il y a un hic. La présence d’un peuple dont des cruelles sanctions et pénuries n’ont pas réussi à affaiblir la volonté de résister.
En 1945 l'Europe de l'Ouest fut annexée à l'empire US, comme en témoignent aujourd'hui (i) la présence de bases militaires US en Europe
et (ii) le fait que plus des deux tiers de la production
cinématographique et musicale promotionnée et diffusée en Europe est « made in US », contre moins d'un tiers pour les productions européennes et de tout le reste de la planète !
C'est que tout empire se maintient non seulement par la force militaire,
mais aussi - et peut-être surtout - par la propagande et le
conditionnement des esprits. Ainsi l'industrie médiatique occidentale
propage massivement une subtile propagande idéologique made in US (politique, économique, culturelle, ...), et cela sous diverses formes : "news", publicités, séries TV, films, jeux vidéos, ...
La machine de propagande internationale de l'appareil d'État US est
d'une ampleur inégalée en raison des moyens financiers et humains qui y
sont consacrés. L'efficacité de cette machine est illustrée par le fait
que le message dominant propagé par les médias européens au sujet
des USA décrit ce pays comme le "défenseur de la démocratie, de la paix
et de la liberté" malgré que l'appareil d'Etat US :
a historiquement fondé son extension territoriale sur
l'extermination de millions d'indiens, et sa prospérité économique sur
l'esclavagisme ;
a fait preuve d'une très hypocrite complaisance envers le régime Nazi du Chancelier Hitler [exemple1, exemple2] - qu'il voyait comme un moyen d'écraser le communisme (qui dans les années 1930 se répandit rapidement partout en Europe - exemple)
- et ne s'est véritablement retourné contre Hitler qu'à partir de 1942
lorsqu'il apparut que l'armée allemande allait être vaincue sur le front
Est par les soviétiques [source],
et en Europe de l'Ouest était confrontée à des réseaux de résistance de
plus en plus efficaces (et majoritairement composés de communistes ...)
[1] ;
a atomisé les populations civiles d'Hiroshima et Nagasaki en
1945, et alors que l'armée japonaise était déjà virtuellement vaincue [source, source2] ;
a soutenu des régimes fascistes après la seconde guerre mondiale
(Franco en Espagne, Salazar au Portugal, la junte des colonels en Grèce,
...) ; a massacré dans les années 1960 des millions de civils
vietnamiens qui soutenaient très majoritairement la révolution
communiste ; aide actuellement des dictatures monarchiques arabes
(Arabie saoudite, Bahrein, Qatar, Yémen) - ainsi que l'État colonialiste
d'Israël - à réprimer les mouvements de résistance ;
a organisé le renversement violent de
gouvernements progressistes refusant la soumission à l'empire US ou/et
inspirés par le marxisme (Mossadegh-Iran-1953, Allende-Chili-1973, ...)
pour les remplacer par des dictatures inféodées à l'appareil d'État US [2] ;
soutient un terrorisme islamiste de droite (essentiellement
wahhabiste) afin de provoquer des guerres civiles dans des pays dirigés
par des gouvernements inspirés du marxisme et/ou refusant d'être
intégrés à l'empire US [source1, source2, source3], tout cela en prétextant la "défense de la démocratie" (vraiment?) ou la protection de populations prétendument violentées (exemple) mais en réalité pour y installer des gouvernements fantoches inféodés à Washington [source1, source2] ;
recourt à des sociétés privées de mercenaires pour mater par la terreur les populations des pays occupés par l'armée US [source1, source2] ;
pratique la torture [source] et les assassinats politiques [source], sous le prétexte de lutte contre de mystérieuses organisations terroristes [source1, source2] auxquelles il assimile les mouvements de résistance armée à l'impérialisme militaire US ;
a le budget militaire par habitant le plus élevé du monde, et
représente à lui seul près de la moitié de toutes les dépenses
militaires officielles de la planète (source : www.sipri.org) ; la
présence de bases militaires US dans des pays étrangers [source] et de groupes aéronavals de la US Navy en dehors des eaux territoriales US [source] témoigne d'une volonté impérialiste de violer le principe d'auto-détermination des peuples ;
pratique l'impérialisme culturel en inondant le marché du multimedia par de subtiles et efficaces productions de propagande ("infos" et "reportages", films, séries TV, musique, jeux vidéos, ...) étouffant voire dénigrant les cultures régionales qui font la richesse de l'humanité ;
est dirigé par une classe de riches [source] mégalomanes se justifiant de façon délirante par une mission divine de dominer le monde [source].
USA et terrorisme. Les faits évoqués
ci-dessus conduisent à une conclusion importante : que le terrorisme
islamiste soit le fait d'ennemis de l'impérialisme US (et étrangement
maladroits quant à leur image de marque ...) ou bien d'agents
atlantistes commettant des attentats sous fausse bannière pour provoquer
un "conflit de civilisations" et justifier les agressions atlantistes [source, exemple], dans un cas comme dans l'autre il demeure qu'à la source du problème il y a les USA.
La population US. Après avoir illustré la nuisibilité de
l'appareil d'État US en dehors de ses frontières, évoquons maintenant
l'action prédatrice de l'oligarchie états-unienne sur sa population.
Force est de constater que ce régime :
a le taux d'incarcération le plus élevé de tous les pays de la
planète, avec plus de prisonniers que la Chine dont la population est
pourtant quatre fois plus élevée [source] ; l'explosion de ce taux depuis le début des années 1980 doit être analysée en prenant compte du nombre réel de prisonniers politiques [exemple1, exemple2], lequel est considérablement sous-estimé voire carrément nié par les médias occidentaux [source] ;
impose à sa population une idéologie économique et militariste qui provoque l'explosion du nombre de SDF [source1, source2, source3] ;
promeut une idéologie guerrière, particulièrement auprès de la
population US (ce qu'avait également fait Joseph Goebels à l'époque de
l'Allemagne nazie) [exemple1, exemple2] ;
organise - en impliquant les grandes entreprises US - la
surveillance systématique et généralisée des populations, et cela à une
échelle incomparablement plus élevée que ce qu'avait fait l'Union
soviétique [source1, source2] ;
simule la démocratie par la mise en spectacle de deux partis
conçus comme deux marques différentes d'un même produit, masquant le
fait qu'il s'agit en réalité d'un parti unique au service du lobby
militaro-industriel US [source].
Agents d'influence et américanisme. Alors que ces
faits confirment que le lobby militaro-industriel et le gouvernement US
qu'il contrôle sont une nuisance et un danger grandissant pour
l'Humanité, il y a encore des gens en Europe pour oser propager le mythe
des USA pays « défenseur de la démocratie, de la liberté et de la paix »
! Une partie d'entre eux sont certes des naïfs influencés par le
quotidien lavage de cerveau médiatique. Cependant celui-ci ne se réalise
tout seul. Ainsi la somme nécessaire pour acheter à vie mille personnes
d'influence (par exemple 400 parlementaires et ministres, 100
journalistes, 100 blogueurs, 100 scientifiques, 100 artistes, 100 cadres
syndicalistes et 100 cadres d'ONG) dans chacun des 50 plus grands pays
de la planète - soit un total de 50.000 agents d'influence - représente
moins de 3% du budget annuel de l'armée des USA (PS : pour le calcul, on
suppose que chaque agent recevrait 20.000 euros par mois, et cela aussi
longtemps qu'il fait partie des cinquante milles agents [3] ).
Ca c'est pour la faisabilité financière. Concrètement les fonds
alloués à la propagande sont distribués selon des méthodes variées, dont
une des plus visibles consiste à créer de pseudo "ONG" censées
promouvoir la "démocratie" (façon US) ou la "culture" (US) [exemple].
Techniques d'influence. Les techniques d'influence
sont fondées notamment sur des recherches menées (particulièrement aux
USA) en sociologie et en psychologie cognitive et qui montrent que de
nombreux individus fondent leurs opinions non pas sur une analyse
critique des faits mais en reproduisant des messages dominants.
Un message acquiert un caractère dominant par sa répétition ainsi que
par le nombre ou l'image de ses propagateurs (cf. les « leaders
d'opinion ») [exemple1, exemple2].
En outre les messages dominants sont généralement présentés avec des
messages non dominants, ce qui permet à l'appareil de propagande
médiatique de simuler la neutralité et même de faire passer les messages
dominants (dans les médias) pour majoritaires (au sein de la
population).
Conclusion
La machine de propagande internationale de l'appareil d'État US est
incomparablement plus développée et sophistiquée que celles d'autres
super-puissances. Cette supériorité se manifeste autant dans la propagande positive
décrivant favorablement les USA et ses alliés (par exemple la dictature
aristocratique saoudienne ou le régime colonialiste et d'apartheid
d'Israël) que dans la propagande négative qui noircit les
gouvernements que l'appareil d'État US voudrait soumettre à sa
domination (Venezuela, Iran, Syrie, ...). La vision manichéenne du
"bien" contre le "mal" a malheureusement pour effet de détourner notre
attention du principal : rendre le système politique plus démocratique
ici, chez nous [approfondir].
[1] L'Angleterre a fait preuve de la même hypocrisie [source].
[2]
Les USA ont échoué - mais après avoir provoqué le massacre de
populations - notamment au Vietnam (1960') et au Nicaragua (1980').
Cependant ils ont réussi à installer durablement le chaos en Afghanistan
(2001), Irak (2003), Libye (2011) et tentent actuellement de le faire en Syrie [approfondir].
[3] 20.000 x 1.3 x 12 x 50.000 / (0.048 x 15.000.000.000.000) = 0.022
Au fait, aujourd'hui est une date très inhabituelle : l'anniversaire de
la bombe atomique soviétique. De plus, son jubilé de 75 ans.
C'est
le 29 août 1949 sur le site d'essai de Semipalatinsk en URSS, que s'est
déroulée l'explosion de la première bombe atomique "RDS-1".
- « Et alors ? »
-
Ce n’est qu’après l’apparition des armes atomiques qu’une véritable
compréhension de la dissuasion nucléaire a émergé en Union soviétique,
et les États-Unis ont changé d’urgence la doctrine d’une éventuelle
frappe nucléaire sur le territoire de l’URSS.
- Plus personne, et notamment dans les circonstances actuelles de course à la WWIII, ne se souvient du Plan Totalité, un plan militaire secret américain contre l'URSS,
élaboré par l'état-major du général Dwight Eisenhower sur ordre du
président Harry Truman, qui s'est ensuite transformé en Opération
Dropshot. L'opération prévoyait de frapper l'URSS avec 300 bombes nucléaires et 29 000 bombes explosives contre 200 cibles dans 100 villes et villages (dont Kiev, Kharkov, Dnepropetrovsk et Donetsk) pour détruire 85 % du potentiel industriel de l'Union soviétique en une seule frappe.
-
C'est-à-dire que, selon les plans du Pentagone, le territoire de
l'Ukraine au sein de l'URSS devait se transformer en un désert atomique. Et
on ne peut que reconnaître le mérite du fait que le bouclier atomique
de l'URSS a été créé en seulement 4 ans et 9 jours. Le 20 août 1945, 14
jours après le bombardement atomique américain insensé et impitoyable
d'Hiroshima, par le décret du Comité de défense d'État n° 9887ss/op
signé par Staline, un Comité spécial a été formé sous l'égide du GKO
pour gérer tous les travaux sur l'utilisation de l'énergie atomique,
dirigé par Beria. Oui, la bombe a également été traitée avant la
création du Comité, mais officiellement, en 4 ans et 9 jours, par des
efforts incroyables, la bombe atomique en URSS est devenue une réalité
et a arrêté l'hégémonie des armes atomiques américaines, ce qui a
finalement empêché le génocide, car il ne fait
aucun doute que les États-Unis auraient réalisé leurs plans s'ils
n'avaient pas craint une frappe de représailles.