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samedi 9 novembre 2024

La CIA y la prensa: «Un esfuerzo de propaganda sin fin»

 Transcripción y video de una entrevista con el «oficial de caso» John Stockwell

FUENTE: https://lapupilainsomne.wordpress.com/2021/01/19/la-cia-y-la-prensa-un-esfuerzo-de-propaganda-sin-fin-transcripcion-y-video-de-una-entrevista-con-el-oficial-de-caso-john-stockwell/

John Stockwell fue  «oficial de caso» de la  CIA a cargo de operaciones de propaganda en lugares como Angola y Vietnam. En esta entrevista que tradujimos y subtitulamos para nuestro programa de televisión La pupila asombrada Stockwell relata cómo la Agencia Central de Inteligencia utiliza periodistas y académicos,  agencias de prensa como Reuters y AFP y grandes medios como The Washington Post y la revista Time para construir noticias falsas y estereotipos sobre países y procesos que Estados Unidos considera enemigos. 

 

 

P: John, Ud. estuvo en Vietnam trabajando para la CIA, tengo entendido que estuvo en ese país ¿En qué años estuvo allá?

R: Del 73 al 75 justo después de la evacuación de tropas y salí en la evacuación de abril del 75

P ¿Cuánto tiempo estuviste en la CIA?

Trece años, yo fui un oficial de caso en el terreno, serví en África y en Vietnam y eventualmente en un subcomité del Consejo de Seguridad Nacional en Washington

P: Se sabe que Ud. estuvo en Angola…

R: También dirigí la acción encubierta angoleña, pero yo la dirigí desde Washington. Estas cosas eran globales y como jefe de la Fuerza de Tarea de Angola mi oficina estaba en Washington.

P: ¿Cuando Ud abandonó la CIA?

R: En marzo de 1977 me fui a testificar ante el Senado y hacerlo público y tratar de escribir un libro, lo cual hice.

P: Entraré en eso un poco más tarde. Me gustaría hablar sobre qué tipo de experiencias uno tiene cuando se deja la CIA y se comienza a hablar. Nosotros tenemos la impresión de que todo lo que hace la CIA es recopilar inteligencia,la inteligencia es información, por supuesto, ahora, uno pensaría que si obtuviste información que se basaba en hechos y si eso es así, ¿qué hiciste con ella?

R: Bueno, una de las cuatro funciones principales de la CIA es recopilar inteligencia e idealmente enviarla al Presidente, a los usuarios de la información, a los hacedores de políticas. Yo diría que hay otras funciones, sin embargo algunas de ellas más legítimas que otras, una es ejecutar guerras secretas, la acción encubierta de la que se ha escrito y que se habla tanto como lo que está pasando hoy en Nicaragua desde Honduras.

Otra cosa es difundir propaganda para influir en la mente de las personas, y esta es una función importante de la CIA, y desafortunadamente, por supuesto, se superpone con la recopilación de información,usted tiene contacto con un periodista le dará historias verdaderas, obtendrá información de él, y también le dará historias falsas.

P: ¿Compras su confianza con historias verdaderas?

R: Compras su confianza y lo engañas.Hemos visto que esto sucedió recientemente con
Jack Anderson, por ejemplo, quien tiene sus fuentes de inteligencia, y también ha admitido que ha sido engañado por ellos, una de cada cinco historias simplemente es falsa.

También trabajas en sus vulnerabilidades humanas para reclutarlos en un sentido clásico para convertirlos en tu agente, de modo que puedas controlar lo que hacen, para que no tengas que comprometerlo, Ud. sabe, con algo sobre ellos, de manera que puedas pedirle: inserta esto el próximo martes.

P: ¿Puedes hacer esto con reporteros responsables?

R: Sí, el Comité Church mencionó esto en 1975, y entonces Woodward y Bernstein publicaron un artículo en la revista Rolling Stones un par de años más tarde: 400 periodistas cooperando con la CIA,incluyendo algunos de los más renombrados
del gremio, de manera consciente introduciendo historias en los medios de prensa

P: Bueno, dame un ejemplo concreto de cómo usaste la prensa de esta manera, cómo se planta la historia falsa y cómo logras que se publique.

R: Bien, por ejemplo, en mi guerra, la guerra que ayudé a manejar en Angola, un tercio de mi personal era propaganda, irónicamente a esto se le llama dentro de la CIA «acción encubierta», afuera este término significa la parte violenta, tuve propagandistas en todo el mundo, principalmente en Londres, Kinshasa y Zambia, recopilábamos historias que escribíamos y las poníamos en el Zambia Times, y luego las sacábamos y las enviábamos a los periodistas en nuestra nómina en Europa, y su tapadera sería que las habían obtenido de su colaborador en Lusaka, quien las había obtenido en el Zambia Times,tuvimos la complicidad del gobierno de Zambia, de Kenneth Kaunda, para poner estas historias falsas en sus periódicos, pero después de ese punto las recogían los periodistas de Reuters y AFP, cuya dirección no conocía su origen, pero nuestro contacto en Europa sí e inyectamos docenas de historias sobre “atrocidades cubanas”, “violadores cubanos”, en un caso hicimos que los “violadores cubanos” fueran capturados y juzgados por las doncellas ovahimba, que habían sido sus víctimas, y luego publicamos fotografías que aparecieron en casi todos los periódicos del país de los cubanos ejecutados por las mujeres ovahimba que supuestamente habían sido sus víctimas.

P: ¿Estas eran fotos falsas?

R: Oh, absolutamente, no conocíamos ni una sola atrocidad cometida por los cubanos,
era pura propaganda cruda y falsa para crear una ilusión de comunistas, ya sabes, comiendo bebés para el desayuno, y esa era nuestra propaganda, totalmente falsa.

P: John, ¿se practicaba este tipo de cosas en Vietnam?

R: Oh, un esfuerzo sin fin de propaganda masivo en Vietnam en los años 50 y 60,
incluyendo los miles de libros que se publicaron, varios cientos en inglés,
que también eran libros de propaganda patrocinados por la CIA, se da algo de dinero a un escritor, se le dice escribe este libro para nosotros, escriba lo que quiera, pero en estos asuntos asegúrese de que tenga esta línea.

P: ¿Escritores en este país? ¿Distribuidos y vendidos en este país?

R: Sí, libros en idioma inglés, que significa que tienen al público estadounidense como objetivo, sobre Vietnam y la historia de Vietnam y una historia del marxismo, y apoyando la teoría del dominó, etc.

P Sin abrirnos a una demanda, ¿podría nombrar uno de ellos?

R: No, no podría. El Comité Church, al enterarse de esto, exigió que se les entregaran los títulos para que las bibliotecas universitarias pudieran al menos estampar en su interior: ‘la versión de la historia de la Agencia Central de Inteligencia’, y la CIA se negó aduciendo proteger su fuentes y métodos, y las fuentes serían los autores que escribieron estos libros de propaganda falsa,
algunos de los cuales son ahora distinguidos académicos y periodistas.

P: Bueno, la CIA no lo niega rotundamente. Al principio han admitido que hay algo de propaganda, pero su posición es que todos están fuera de Estados Unidos, no en Estados Unidos, ¿no es cierto?

R: Absolutamente, mientras estábamos llevando a cabo la operación en Angola y difundiendo estas historias en el mundo y la prensa estadounidense, exactamente en ese momento Bill Colby, el director de la CIA, estaba testificando ante el Congreso, asegurándoles que éramos extremadamente cuidadosos para asegurarnos de que nada de nuestra propaganda se derramara hacia los Estados Unidos, y en los mismos días en que estuvo dando este falso testimonio, estábamos plantando historias en The Washington Post, con eso quiero decir, no a través de Lusaka, pero en realidad volamos a un periodista de París a Washington para plantar una historia falsa, lo mencioné y doy el texto de la historia en mi libro.

P: ¿Así que plantaste la historia en The Washington Post trayendo a un hombre del extranjero, y no tuvo dificultades para pasar por encima del editor con ella?

R: Sí.

P: ¿Esto es común? ¿Es fácil?

R: Más fácil de lo que Ud. pudiera suponer. Sí, sí. Está en la línea de,  por ejemplo, que Granada sea radical. Hemos tenido artículos en The Washington Post, en The Star antes de que cerrara y en la revista Time que solo la CIA pudo haber escrito originalmente: ‘Base de submarinos soviéticos’; ‘entrenamiento terrorista’. Esta es una pequeña isla donde la principal fuente de ingresos es la venta de especias para el turismo occidental y una gran escuela de medicina de los Estados Unidos.

Una pequeña isla de 15 millas por 10 millas de ancho con 70.000 personas, con estudiantes de medicina estadounidenses en sus batas y sandalias con las narices en libros, vagando por toda la isla, y sin embargo, órganos de prensa importantes, la revista Time, publicando historias sobre que son tan radicales…

P: En Vietnam, John, ¿cuál era su relación…? ¿qué debemos regular en relación, con la prensa?

R: Siendo el papel de la CIA multifacético, había oficiales en la embajada, oficiales de la CIA, oficiales de alto rango, Frank Snip era uno, no de alto rango, pero él estaba en la oficina del jefe de estación, que se reunía con la prensa regularmente, compartía información con ellos, les daba información y recibía información de ellos, y luego periódicamente les contaba alguna historia, que sería falsa, pero también en otros casos muy valiosa para el periodista, por lo que incluso los periodistas duros que nunca cooperarían voluntariamente con la CIA la considerarían una fuente útil.

Al mismo tiempo, hay todo tipo de personas, ya sabes, como periodistas y oficiales de casos, muchos otros oficiales de casos realmente le tienen mucho miedo a la prensa, teníamos países en los que los periodistas llegaban a husmear nos escondíamos y dejábamos que el oficial de identificación hablara con ellos. Simplemente temíamos que nos fotografiaran y escribieran algún artículo y tuvieran alguna alusión a lo que estábamos haciendo que sería desafortunado para nuestra carrera

P: ¿Sabían quién eras? ¿Sabían que eras de la CIA?

Todo el mundo sabe quiénes son las personas de la CIA. Que no quepa ninguna duda, esta es una de las mayores farsas que la CIA y el Congreso le han puesto al pueblo estadounidense.

Como dijo Patrick Moynihan al testificar recientemente en contra de esta Ley de Secretos Oficiales, dijo en la ONU, dijo que se pavoneaban por todos lados como los vaqueros de Texas con sombreros de 10 galones y botas de tacón alto.

En Vietnam teníamos Datsun amarillos y matrículas secuenciales, así que si tenías un Datsun amarillo y 144 en tu matrícula, tenías que ser de la CIA y todo el mundo lo sabía.

En otro país teníamos Jeeps verde esmeralda y el ejército tenía un color verde olivo y AIG tenía jeeps grises, así que si tenías un jeep verde verde tenías que ser de la CIA, y cualquier negación de eso era solo irónica y superficial, ciertamente los periodistas sabían la diferencia.

P: ¡Que desilusión! Nos estás diciendo que un espía no es un espía.

R: Allen Dulles escribió en su libro ‘El arte de la inteligencia’, ya sabes, el famoso director de la CIA, en el prólogo de su libro dice que un agente de inteligencia, contrariamente a la opinión popular, tiene que ser conocido como tal, de lo contrario la gente con secretos no sabrá a dónde llevarlos.

Él estableció la política, el precedente de viajar por el mundo cada año y
reunir a sus oficiales de casos en hoteles y tener lo que solo podría describir como una conferencia de ventas, reuniones en las habitaciones del hotel, desayuno, almuerzo y cena y bebidas juntos en las habitaciones del hotel.

Así que no estás hablando de un inframundo, estás hablando de miembros privilegiados de la hermandad policial del mundo…

Los oficiales de la CIA no son turistas en peligro, no los golpean. En todos los países donde pueden establecen un enlace con la policía local y dentro de los velos de, ya sabes, su secreto y protección, no tienen miedo y no están jugando juegos de tapadera, están almorzando con el jefe de policía.

P: John, me gustaría saber qué es lo que mueve a un hombre como John Stockwell, primero, por qué estabas en la CIA, segundo, por qué renunciaste a la CIA, y me gustaría saber qué ha sucedido desde que renunciaste a la CIA y comenzaste a hablar tan abiertamente como nos has hablado.

R: Bueno, ciertamente esa es una cuestión tan complicada como el dilema que enfrenta la sociedad sobre la CIA hoy.

Entré como infante de marina, capitán del ejército de infantería de marina, antecedentes conservadores, mi padre era un ingeniero en África contratado para construir para una misión presbiteriana y crecí en el Congo Belga casi tan conservador como se es capaz.

P: ¿En una atmósfera de misionero?

R: En una estación misionera, con un padre ingeniero, pero con principios humanistas, altos ideales, falsos ideales poco realistas para el mundo.

Educación en la Universidad de Texas, mi servicio activo en la Infantería de Marina, todo muy emocionante entre guerras.

Estaba en una compañía de reconocimiento, lanzándome en paracaídas y bloqueando submarinos, muy glamoroso, pero entre guerras nadie recibió un disparo, no hay problemas morales, si se quiere.

Y luego la CIA me reclutó justo al final de la era Kennedy, acababa de recibir un disparo.

«No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país» y toda la propaganda que se había lanzado al pueblo estadounidense contra el comunismo, el apogeo de la teoría del dominó y mi propia ingenuidad, pensando que fui educado cuando en realidad no lo estaba.

Y pensé al ingresar a la CIA que estaba haciendo lo mejor que podía con mi vida y los ideales más nobles de nuestra sociedad, pensando que estaba mejorando a la humanidad al hacer el mundo libre para la democracia, y solo me tomó 13 años y tres guerras secretas para darme cuenta de lo absolutamente falso que era, y las revelaciones del Comité Church, simultáneamente a lo de Vietnam y luego a lo de Angola. Me tomó tanto tiempo ver el asunto desde una luz totalmente diferente, y mis ideales básicos ciertamente nunca han cambiado en términos simpatía básica por la gente del mundo.

Un servicio a este país que se remonta tan lejos que ni siquiera tengo que lidiar con detractores que creo dicen que soy un traidor o todo eso que es una tontería, ya sabes, con las cosas que he hecho con mi vida, pero creo que nos estamos alejando de los valores que nos enseñamos en la escuela, de la democracia, de las libertades.

Creo que nos estamos vendiendo a una organización policial muy pequeña que está absorbiendo los principios estadounidenses tan rápido como los procesos judiciales y legislativos pueden absorberlos, las libertades de expresión y prensa y, al mismo tiempo continúan las políticas de asesinato en cada rincón de el mundo, ahora mismo en Nicaragua y El Salvador.

Creo que deploro eso moralmente, pero también creo que es extremadamente peligroso porque podría desencadenar tan fácilmente en una confrontación mundial y con los soviéticos al Holocausto a la guerra nuclear

P: Bueno, ¿qué está pasando? ¿Qué te ha pasado desde que dejaste la CIA y empezaste a hablar?

R: Bueno, he sido demandado por la CIA, he sido amenazado por el FBI, no me han golpeado ni mutilado, he ejercido mi derecho, como lo veo, a hablar y dar conferencias, y han dejado muy claro que no lo aprecian, y como digo, me han advertido que me pueden pasar cosas horribles, no sé si fueron «bluffs» o no, todavía no ha pasado nada.

La CIA me ha demandado por daños y perjuicios, lo cual es una cierta ironía, cuando lo piensas.

jeudi 31 octobre 2024

Comment « l’AFL-CIO », avec l’aide de la CIA, a sapé le mouvement syndical à l’étranger

 SOURCE: LES CRISES

Pendant une grande partie de son histoire, l’AFL-CIO [centrale syndicale nationale qui est la plus grande fédération de syndicats aux États-Unis. Elle est composée de 60 syndicats nationaux et internationaux, représentant ensemble plus de 12,5 millions de travailleurs actifs et retraités, NdT] a soutenu avec enthousiasme la politique étrangère des États-Unis. Pendant la Guerre froide, elle a notamment participé activement aux efforts visant à supprimer les mouvements syndicaux de gauche à l’étranger.

Traduit par les lecteurs du site Les-Crises
 
Le président Richard Nixon fait un geste en direction du dirigeant syndical George Meany lors d’un discours prononcé à la convention de l’AFL-CIO en 1971. (Wally McNamee / Corbis via Getty Images)

En février, l’American Federation of Labor-Congress of Industrial Organizations (AFL-CIO) a appelé à un cessez-le-feu négocié pour mettre fin au génocide en cours à Gaza. Bien que cette déclaration n’ait pas exigé un cessez-le-feu immédiat, comme l’ont fait d’autres organisations ouvrières et syndicats, cela représente une rupture avec bon nombre des principes de l’AFL-CIO en matière de politique étrangère.

Pendant la majeure partie de ses soixante-huit années d’existence, l’AFL-CIO – la plus grande fédération de syndicats des États-Unis, représentant 12,5 millions de travailleurs – s’est alignée sur la politique étrangère des États-Unis. Elle a même, dans de nombreux cas au cours du siècle dernier, participé activement à des interventions américaines anti-gauche à l’étranger.

Dans son livre à paraître, Blue-Collar Empire : The Untold Story of US Labor’s Global Anticommunist Crusade (L’empire des cols bleus : l’histoire inédite de la croisade anticommuniste mondiale des travailleurs américains), l’historien Jeff Schuhrke retrace les rapports entre l’AFL-CIO et la politique étrangère des États-Unis depuis les débuts de la Guerre froide jusqu’aux années 1990. Il révèle comment, en partenariat avec la CIA et d’autres organes du gouvernement américain, l’AFL-CIO a étouffé les mouvements syndicaux de gauche en Europe, en Amérique latine et en Asie. Sara Van Horn et Cal Turner se sont entretenus avec lui pour Jacobin et ils ont abordé la question des dégâts causés par les interventions de l’AFL-CIO dans des pays comme le Guyana, le Chili et le Brésil, la façon dont la répression de l’organisation des travailleurs à l’étranger a nui aux travailleurs américains et les leçons que le mouvement syndical peut tirer de son histoire compliquée.

Cal Turner : Dans quelle mesure l’AFL-CIO a-t-elle été associée à l’interventionnisme américain au cours du vingtième siècle ?

Jeff Schuhrke : L’American Federation of Labor (AFL) a commencé à mener la Guerre froide avant même que la Guerre froide ne commence, alors que le gouvernement américain considérait encore l’Union soviétique comme un allié du temps de la Seconde Guerre mondiale. C’est en 1944 qu’elle a créé le Free Trade Union Committee (FTUC), qui a tenté de créer des divisions entre les non-communistes et les communistes au sein des mouvements syndicaux d’Europe occidentale.

Lorsque la Guerre froide est passée au premier plan et que la CIA a été créée, certains responsables, au sein du gouvernement, ont pris conscience du travail que l’AFL avait déjà accompli en Europe. Ils ont compris que si la CIA voulait influencer les mouvements syndicaux étrangers, il lui serait difficile de le faire par elle-même. Mais si elle pouvait passer par l’AFL – si des dirigeants syndicaux américains participaient aux interventions – le succès serait au rendez-vous, dans la mesure où les travailleurs d’autres pays seraient plus enclins à faire confiance à leurs collègues syndiqués.

À compter de 1949, la CIA et le Free Trade Union Committee avaient formé un partenariat secret : la CIA finançait le FTUC pour qu’il mène des interventions destinées à diviser les mouvements syndicaux et à les scinder en camps rivaux selon les axes stratégiques de la Guerre froide. Le Free Trade Union Committee devait également tenir la CIA et le département d’État informés de la composition des différents syndicats et de l’identité de leurs dirigeants dans les pays étrangers : à savoir, lesquels étaient susceptibles d’être plus fiables en tant qu’alliés pro-américains et pro-capitalistes, et lesquels étaient plus à gauche ou pro-soviétiques. Grâce au financement de la CIA, cette organisation a pu s’étendre de l’Europe à l’Asie.

Dans le même temps, il existait déjà avant la Guerre froide, un historique d’interventions de l’AFL auprès des mouvements syndicaux d’Amérique latine, en particulier pendant la révolution mexicaine. Cette évolution s’est poursuivie également lors des débuts de la Guerre froide, sur un mode différent de ce que le Free Trade Union Committee pratiquait en Europe et en Asie, mais avec la même idée de départ : diviser la Confédération des travailleurs d’Amérique latine, organisation syndicale de gauche couvrant l’ensemble de cette région.

Le Free Trade Union Committee a cessé ses activités en 1958 après la fusion entre l’AFL et le CIO. Au cours des années 1960 et 1970, les États-Unis ont fait du développement du tiers-monde l’un des principaux axes de leur politique étrangère. L’AFL-CIO s’est adaptée et s’est associée à l’USAID (l’Agence américaine pour le développement international), acceptant l’idée d’utiliser les syndicats pour « moderniser » les pays d’Amérique latine, d’Afrique et d’Asie. Ils ont mis en place des programmes de formation destinés à faire en sorte que les dirigeants syndicaux des pays étrangers passent du statut de fauteurs de troubles grévistes à celui de bureaucrates capables de tempérer les revendications des classes laborieuses de leur pays, afin que les gouvernements de ces pays puissent développer leur économie sans céder aux exigences des travailleurs.

On était alors à l’époque du solide mouvement tiers-mondiste des années 1960 et début des années 1970, alors que de nombreux dirigeants politiques anticoloniaux et anti-impérialistes du Sud mondial tentaient de faire valoir leur indépendance économique et politique. C’est au cours de cette période que l’AFL-CIO a régulièrement tenté de saper les mouvements politiques de gauche en Amérique latine.

Si la CIA voulait influencer les mouvements syndicaux étrangers, il lui serait difficile de le faire par elle-même. Mais si elle pouvait passer par l’AFL, le succès serait au rendez-vous.

Au sortir de la guerre du Vietnam, le caractère interventionniste de la Guerre froide s’est quelque peu atténué. Mais dans les années 1980 et au début des années 1990, vers la fin de la Guerre froide, une nouvelle génération de responsables anticommunistes enragés a pris la tête de l’AFL-CIO.

À l’heure où l’économie politique mondiale commence à changer, et alors qu’on assiste à une restructuration économique et à des délocalisations, le nombre de syndiqués américains est en baisse. Pourtant, le président de l’AFL-CIO, Lane Kirkland, et d’autres responsables ont voulu raviver la Guerre froide. Ironie du sort, alors même qu’ils combattaient l’administration de Ronald Reagan sur les questions intérieures, ils se sont associés à cette dernière pour mener des guerres contre-insurrectionnelles musclées en Amérique centrale au nom de l’anticommunisme.

Ils ont coopéré avec l’administration Reagan et des politiciens de droite pour créer la National Endowment for Democracy (NED), qui a renoué avec ce que la CIA avait fait avant la guerre du Viêtnam, à savoir financer de nombreux syndicats et autres organisations de la société civile à l’étranger. Mais au lieu de le faire secrètement, la NED l’a fait ouvertement, en disant : « C’est au nom de la promotion de la démocratie et de la liberté. » L’AFL-CIO a joué un rôle important dans la création de la NED et a été l’un des principaux bénéficiaires des fonds alloués par le Congrès à ces programmes. Elle a été très active en Pologne avec Solidarność, le syndicat anticommuniste qui a fini par être à l’origine, à bien des égards, de la fin du régime communiste en Europe de l’Est.

Sara Van Horn : Vous écrivez que les syndicats américains, en particulier l’AFL-CIO, ont activement encouragé la Guerre froide. Pourquoi les dirigeants syndicaux étaient-ils prêts à collaborer si étroitement avec le gouvernement ?

Jeff Schuhrke : Cela remonte aux Première et Seconde guerres mondiales et au New Deal. Pendant les deux guerres mondiales, les dirigeants de l’AFL ont conclu un accord avec le gouvernement américain, garantissant que la production industrielle ne serait pas perturbée par des grèves pendant la guerre. En échange, l’AFL a acquis une certaine légitimité aux yeux du gouvernement et a obtenu des avantages réels, tels que des journées de travail moins longues, une meilleure couverture sociale et une hausse du nombre de syndiqués. Les responsables syndicaux de l’AFL ont été très fortement marqués par cette évolution. Ils ont compris qu’en s’alignant sur la politique étrangère du gouvernement américain, ils pouvaient gagner en avantages, en légitimité et en protection.

Par ailleurs, l’AFL était traditionnellement une fédération syndicale plus conservatrice, opposée à toute radicalité et aux militants de gauche. Lorsque la Guerre froide a commencé, de nombreux dirigeants de l’AFL avaient déjà une longue expérience de la lutte contre les communistes dans les rangs de leur propre syndicat et du maintien à l’écart des postes de direction de ceux-ci. Ils en étaient venus à se considérer comme les vrais spécialistes de la lutte contre les communistes, bien davantage encore que nombre de responsables de l’appareil de politique étrangère des États-Unis.

Le CIO a également largement bénéficié de son partenariat avec le gouvernement pendant le New Deal et la Seconde Guerre mondiale. Les dirigeants du CIO, comme Walter Reuther, rêvaient de devenir des partenaires à part entière de la planification économique dans un État corporatiste. À l’instar de l’AFL, ils considéraient qu’en prouvant leur patriotisme et leur loyauté envers le gouvernement, ils obtiendraient un siège à la table des négociations. À la fin des années 1940, dans le contexte du maccarthysme et des mutations politiques du début de la Guerre froide, le CIO est également devenu anticommuniste.

C’est l’AFL qui a initialement encouragé la Guerre froide, parce qu’elle n’a jamais toléré les communistes ou voulu former de coalition avec des syndicalistes de gauche, contrairement au CIO qui, pendant de nombreuses années, a accueilli – ou du moins toléré – des communistes dans ses propres rangs. Le CIO était prêt à rejoindre la Fédération syndicale mondiale aux côtés des syndicats soviétiques. C’est une chose que l’AFL n’a jamais acceptée. Ses dirigeants, tel George Meany, se sont toujours montrés prompts à promouvoir une confrontation avec les Soviétiques, en raison de leur propre passé idéologique anti-communiste et de la lutte menée contre les communistes dans les rangs de leurs propres syndicats.

Cal Turner : Vous écrivez que la Guerre froide a directement contribué au déclin des syndicats américains, dont le taux d’adhésion a chuté de 35 % en 1947 à 11 % en 1991. Comment les activités internationales de l’AFL-CIO ont-elles affecté le mouvement syndical ?

Jeff Schuhrke : Un premier facteur a été la part d’attention, de ressources et d’énergie que l’AFL-CIO a consacrée à cette croisade anticommuniste dans le monde, plutôt que d’organiser les travailleurs non syndiqués aux États-Unis ou de réclamer davantage de politiques de protection sociale, moins de dépenses militaires et plus d’investissements dans l’éducation, les soins de santé et les infrastructures, c’est-à-dire le genre de choses qui créent des emplois. En 1966, plus d’un cinquième du budget de l’AFL-CIO était consacré à ces programmes à l’étranger. Sans même compter les millions de dollars que l’AFL-CIO recevait du gouvernement américain.

À partir des années 1970, l’économie politique mondiale était en pleine transformation : l’industrie manufacturière s’est d’abord déplacée vers des régions des États-Unis ne comptant pas de syndicats, le Sud et le Sud-Ouest, puis vers l’Amérique latine et les Caraïbes, et finalement vers l’Asie. L’AFL-CIO ne faisait pas grand-chose pour y remédier, si ce n’est promouvoir les campagnes de marketing « Achetez américain » ou « Vérifiez le logo syndical ». Au contraire, elle se focalisait sur la manière de combattre les communistes et de saper les mouvements de gauche en Amérique latine, en Afrique, en Asie et en Europe de l’Est. L’anticommunisme ici ne se limite pas à une opposition aux véritables communistes ou aux véritables partis communistes : il s’agit d’une opposition à tout mouvement de gauche, ou de classe, visant à l’indépendance économique des pays du Sud global.

Cette croisade anticommuniste mondiale a affaibli et divisé un grand nombre de mouvements syndicaux du Sud, plus combatifs et plus engagés dans les luttes de classe, alors même que ceux-ci auraient pu s’opposer au pouvoir du capital international. Des syndicats dissidents plus conservateurs et plus favorables au capitalisme se sont créés et ont bénéficié d’un financement important de la part du gouvernement américain, par l’intermédiaire de l’AFL-CIO.

Même si tout cela était censé se faire au nom de la libre syndicalisation, un grand nombre de syndicats et de fédérations syndicales soutenus par l’AFL-CIO dans le monde entier faisaient souvent l’objet d’un étroit contrôle de la part des gouvernements de ces pays, en particulier dans le cas de gouvernements anticommunistes et autoritaires. Les seuls syndicats que ces gouvernements toléraient étaient ceux soutenus par l’AFL-CIO.

Alors que la libéralisation du commerce et la délocalisation des emplois manufacturiers américains allaient bon train, les mouvements syndicaux de ces pays auraient pu être des alliés de choix pour le mouvement syndical américain dans sa lutte contre le nivellement par le bas et la promotion de normes plus exigeantes partout afin que le capital n’ait nulle part où aller. Ce n’est pas ce qu’il s’est passé, dans la mesure où ces mouvements syndicaux déjà affaiblis étaient désormais étroitement contrôlés par leurs propres gouvernements, conséquence des agissements de l’AFL-CIO. En ce sens, les dirigeants de l’AFL-CIO se sont tirés une balle dans le pied.

Tout cela s’est fait en partenariat avec le gouvernement américain. Or, celui-ci, surtout à la fin de la Guerre froide, dans les années 1980 et 1990, a favorisé toutes ces délocalisations et la libéralisation du commerce, en adoptant l’ALENA – des mesures qui ont entraîné la désindustrialisation et fait perdre aux syndicats américains un grand nombre de leurs membres. La même entité avec laquelle l’AFL-CIO s’est associée pendant toutes ces décennies et qui a contribué à la victoire de la Guerre froide a, dans le même temps, bousillé les travailleurs américains. Non seulement elle nuisait aux travailleurs du monde entier, mais au final elle nuisait également aux travailleurs des États-Unis.

Sara Van Horn : Avez-vous des exemples précis qui vous paraissent flagrants et montrent que les syndicats américains ont réprimé l’action politique ou l’organisation de la gauche dans les pays du Sud ?

Jeff Schuhrke : Au début des années 1960, la Guyane est dirigée par Cheddi Jagan, un socialiste qui souhaite nationaliser l’industrie sucrière et, via une transition structurée, mener le pays vers une pleine indépendance vis-à-vis de la Grande-Bretagne. Certains syndicats étaient de son côté, d’autres de celui de ses rivaux politiques. Avec l’aide de la CIA, l’AFL-CIO a contribué à financer les syndicats de l’opposition et à mener une longue grève générale qui a duré environ deux mois, affaiblissant le gouvernement Jagan et finalement poussant ce dernier à quitter le pouvoir avant le début de toute transition vers l’indépendance.

Le fait que Jargan était marxiste n’était pas du goût du gouvernement américain – il pensait que ce serait un autre Fidel Castro, et souhaitait l’arrêter à n’importe quel prix. Habituellement, les membres du mouvement ouvrier de gauche considèrent que les grèves générales sont quelque chose de positif, mais dans ce cas précis, cette grève générale secrètement financée par la CIA, et dont les fonds étaient versés par les syndicats américains, a ébranlé un gouvernement de gauche.

Dans la même veine, au début des années 70, Salvador Allende était au pouvoir au Chili. Il était marxiste, avait été élu démocratiquement et était persuadé que la démocratie permettrait d’instaurer le socialisme. Les anticommunistes des États-Unis et d’Amérique latine le considéraient donc comme particulièrement dangereux, dans la mesure où ils s’appuyaient sur le mythe selon lequel tous les communistes étaient des dictateurs totalitaires. L’administration [Richard] Nixon entendait créer le chaos économique au Chili, et y est parvenue en partie grâce à une série de grandes grèves dans des secteurs tels que l’extraction du cuivre et le transport routier. Ces grèves ont également reçu un accompagnement, un financement et tout un entraînement de la part de l’AFL-CIO, une grande partie des ressources venant de la CIA. Elles ont servi de prétexte aux militaires chiliens d’Augusto Pinochet pour organiser un coup d’État en 1973 et renverser Allende.

L’American Institute for Free Labor Development (AIFLD), principal instrument de l’AFL-CIO en Amérique latine des années 1960 aux années 1990, a organisé de nombreuses formations qui, à première vue, pouvaient sembler très inoffensives, mais dont le but était souvent de lutter contre l’influence exercée par la gauche au sein des syndicats. L’AIFLD a ainsi assuré la formation de plus de trente syndicats brésiliens au cours de l’année qui a précédé le coup d’État militaire de 1964 dans ce pays. Lorsque ce dernier a eu lieu, certains des Brésiliens lauréats du programme de formation de l’AIFLD ont été chargés par la dictature en place de purger les syndicats brésiliens de leurs gauchistes.

Autre exemple : non seulement l’AFL-CIO a soutenu la guerre du Vietnam de manière rhétorique, mais elle était également active sur le terrain, fournissant des fonds et des ressources à la Confédération vietnamienne du travail anticommuniste au Vietnam du Sud, alors que celle-ci cherchait à réduire l’influence du Front national de libération qui était communiste.

Cal Turner : Comment les adhérents de base de l’AFL-CIO ont-ils réagi lorsqu’ils ont appris que la direction de leur syndicat menait des actions anticommunistes ?

Jeff Schuhrke : Avant la guerre du Vietnam, les adhérents de base ignoraient beaucoup de choses. On ne les consultait pas. Aucune de ces politiques internationales n’était démocratique, elles étaient décidées à huis clos, souvent par des responsables ou des collaborateurs non élus.

Ce n’est qu’à la fin des années 60 que les dirigeants syndicaux locaux et les cadres moyens ont commencé à s’exprimer, dans le cadre du mouvement anti-guerre. Des réunions publiques et des distributions de lettres et de journaux émanant de syndicalistes de base ont commencé à être organisées. Ceux-ci s’élevaient contre la guerre du Vietnam et sont entrés en conflit direct avec George Meany, le président de l’AFL-CIO, qui était totalement acquis à la cause de la guerre.

À la fin des années 60, une série d’articles de presse a également révélé certains des liens qui, depuis les années 1940 existaient entre la CIA et les syndicats américains. Ces informations ayant été révélées au grand jour, le nombre de protestations de la base contre les agissements des dirigeants syndicaux a commencé à se faire plus important. Après le coup d’État au Chili, Fred Hirsch, un plombier californien, syndicaliste de base, a rédigé une brochure exposant les liens entre l’AFL-CIO et la CIA dans le cadre du soutien au coup d’État chilien, celle-ci a été distribuée à des milliers de membres du syndicat.

Dans les années 80, il y a eu un mouvement sans précédent de syndicalistes de base et même de présidents de syndicats au sein de l’AFL-CIO, ils essayaient de venir en aide aux syndicats et mouvements de travailleurs les plus à gauche et les plus militants d’Amérique centrale. Le National Labor Committee a également été fondé dans les années 1980 par un groupe de présidents de syndicats qui s’opposaient à cette intervention en Amérique centrale. Ce groupe est à l’origine des premiers débats ouverts consacrés à la politique étrangère dans le cadre de la convention de l’AFL-CIO, ce qui montre à quel point ces décisions politiques avaient été antidémocratiques.

Sara Van Horn : Quelles leçons le mouvement ouvrier d’aujourd’hui doit-il tirer de cette longue histoire ?

Jeff Schuhrke : En quelques mots : ne soutenez pas systématiquement tout ce que fait Washington en matière de politique étrangère. Et pourtant, c’est encore aujourd’hui la position de la direction de l’AFL-CIO.

Au cours des derniers mois, de nombreux syndicats se sont prononcés en faveur d’un cessez-le-feu à Gaza, ce qui est particulièrement important dans la mesure où cela va à l’encontre de la politique de l’administration Biden. Qui plus est, sept syndicats majeurs ont récemment demandé à Joe Biden de cesser d’envoyer de l’aide militaire à Israël afin de contraindre à un cessez-le-feu. Le fait que les syndicats fassent toutes ces déclarations est une évolution qui va dans le bon sens, mais les actions concrètes se font encore rares au niveau national.

S’il est essentiel d’organiser et de renforcer le taux de syndicalisation, nous devons également nous interroger sur le type de mouvement syndical que nous souhaitons, et ne pas nous contenter d’un mouvement de grande ampleur.

Aujourd’hui, la gauche syndicale doit porter un regard international sur les luttes que nous menons sur nos lieux de travail aux États-Unis. Le message de Donald Trump consiste souvent à dire que les travailleurs étrangers sont nos ennemis. Mais l’histoire de la Guerre froide nous a déjà montré que le nationalisme économique n’est en fin de compte d’aucune utilité pour les travailleurs américains. Il est indispensable de se montrer beaucoup plus critique à l’égard de la politique étrangère des États-Unis.

Cal Turner : Quel impact souhaitez-vous avoir avec ce livre ?
Jeff Schuhrke : Aux États-Unis, depuis quelques années, les gens sont de plus en plus actifs dans le mouvement ouvrier, mais ce domaine de l’histoire du travail a souvent été ignoré, parce qu’une grande partie du mouvement ne se sentait pas à l’aise lorsqu’il s’agissait d’en parler. Dans l’idée, ce livre devait être une introduction et rassembler un grand nombre d’études déjà publiées sur le sujet. J’espère qu’il aidera les personnes qui ne connaissent pas encore le mouvement syndical à comprendre que s’il est essentiel de s’organiser et de développer la syndicalisation, nous devons également nous interroger sur le type de mouvement syndical que nous souhaitons – et ne pas nous contenter d’un mouvement de grande ampleur.

Quels sont les principes de notre mouvement ? Que défend-il ? Quel type de politique a-t-il en matière de politique étrangère ? Nous espérons que comprendre ce passé permettra aux gens de réaliser pourquoi il est important d’avoir une perspective internationaliste et anti-impérialiste lorsqu’il s’agit de reconstruire le mouvement ouvrier.

*

Jeff Schuhrke est historien du travail et professeur adjoint à la Harry Van Arsdale Jr School of Labor Studies, SUNY Empire State University. Il est l’auteur de Blue-Collar Empire : The Untold Story of US Labor’s Global Anticommunist Crusade.

Sara Van Horn est écrivaine et vit à Serra Grande, au Brésil.

Cal Turner est écrivain et vit à Philadelphie.

Traduit par les lecteurs du site Les-Crises
 
 
COMMENTAIRES RELEVÉS:
  • ForceOuvrièreAméricaine // 26.09.2024 à 09h20

    Plus intéressant serait de rappeler les opérations « d’influence » des services américains en France pour contrer le syndicalisme des marxistes , de la CGT qui risquait d’entraver le plan Marshall. La création de Force Ouvrière par exemple par le célèbre trotskiste Kristol (un des inspirateurs du neo conservatisme/libéralisme) d’abord opposé au communisme quoi qu’il en coûte ( Militant trotskiste aux usa il convertit son action en Europe au service des libéraux us) L’ « écueil » ( comme Brezinski nommait la France ) serait peuplé de « gallo communistes » s’inquiètent les américains (et Cohn Bendit ) dont des syndicalistes. L’histoire française de cette ingérence par les services us mériterait un billet svp


  • Leon // 26.09.2024 à 17h31

    Mme Annie Lacroix-Riz
    https://www.wikiwand.com/fr/articles/Annie_Lacroix-Riz ,
    a abondament ecrit sur le sujet et bien plus…
    Bonne lecture.


  • Lt Briggs // 26.09.2024 à 19h02

    « Alors que la libéralisation du commerce et la délocalisation des emplois manufacturiers américains allaient bon train, les mouvements syndicaux de ces pays auraient pu être des alliés de choix pour le mouvement syndical américain dans sa lutte contre le nivellement par le bas et la promotion de normes plus exigeantes partout afin que le capital n’ait nulle part où aller. Ce n’est pas ce qu’il s’est passé »

    C’est un point essentiel. Le démantèlement des droits des travailleurs à l’étranger, appuyé par l’AFL et le CIO, a eu un effet boomerang pour les travailleurs américains lors de l’avènement de la mondialisation. Les grandes entreprises ont ensuite eu beau jeu de traiter les travailleurs américains de nantis assis sur des privilèges, soudain devenus trop chers par rapport aux chinois, indiens ou vietnamiens. Un syndicat ne peut pas être à la fois socialiste et impérialiste. Sur le long terme, c’est impossible. L’AFL-CIO a contribué à affaiblir les syndicats étrangers trop à gauche ou favorables à l’autonomisation de leurs pays, au grand bonheur de la CIA, mais le prix à payer a été une détérioration des conditions de travail des salariés américains. Dire que les femmes là-bas n’ont même pas droit à un congé maternité, sauf quelques « privilégiées » qui travaillent pour des entreprises de plus de 50 salariés, qui elles peuvent prendre jusqu’à 12 semaines… non indemnisées. La baisse du taux de syndicalisation des salariés aux Etats-Unis est tout sauf une surprise.