Carlos L. Garrido
En todo el país, los estadounidenses normales de clase trabajadora se hacen una pregunta: ¿por qué? ¿Por qué me cuesta llegar a fin de mes? ¿Por qué el precio que pagué por los mismos comestibles hace un par de años se ha duplicado hoy, mientras que mi sueldo o salario se ha estancado? ¿Por qué me vi obligado a endeudarme por haberme enfermado, por atreverme a recibir una educación, por querer un hogar para mi familia? ¿Por qué los políticos en mis pantallas están tan interesados en librar una guerra contra medio mundo con el dinero de nuestros impuestos, pero tan reacios a invertir dinero en la gente y en la infraestructura decadente del país? ¿Por qué mi día está impregnado de estrés cuando dejo a mis hijos en la escuela, sin saber si pueden ser la próxima víctima de los horrendos tiroteos tan comunes en nuestro país? ¿Por qué a ninguna de las personas que gobiernan el país parece importarle las condiciones desesperadas y deterioradas de personas como mi familia, vecinos y compañeros de trabajo?
Pobre, endeudada y desesperada, la clase obrera estadounidense ha comenzado a cuestionar orgánicamente los supuestos del orden capitalista dominante. Si bien han sido alimentados generacionalmente con la idea de que Estados Unidos es el mejor país de la tierra, donde reinan la libertad, la democracia y la igualdad, hoy la desesperación que experimentan en su vida cotidiana ha hecho necesaria una reflexión crítica, por espontánea que sea. ¿Puede haber alguna igualdad real entre los de su clase y los que se benefician de su trabajo, su endeudamiento y su inestabilidad? ¿Puede haber alguna libertad para los hombres y mujeres encadenados de por vida a una deuda que tienen con un gran banco? ¿Puede haber libertad e igualdad para los millones de niños que se van a dormir hambrientos cada noche en Estados Unidos, o para los 600.000 sin hogar que deambulan en un país con 33 veces más casas vacías que personas sin hogar? ¿Puede haber democracia en un sistema en el que las personas que controlan las grandes corporaciones, los bancos y las empresas de inversión tienen poder sobre el Estado, utilizándolo para imponer su voluntad, es decir, la acumulación de capital, como el resultado final y el valor más supremo en todas las relaciones sociales?
Lo que ha surgido, entonces, es una grave crisis de legitimidad. La fe en las instituciones dominantes de la clase capitalista está disminuyendo rápidamente. Solo el 11 por ciento del público estadounidense confía en los medios de comunicación, las principales instituciones ideológicas de la clase dominante capitalista. A los políticos que defienden los intereses de los dueños del gran capital no les va mucho mejor, ya que sólo el 19 por ciento de los estadounidenses sostiene que sus representantes electos realmente los representan. Está claro para el pueblo estadounidense, aunque en una forma que todavía es abstracta y embrionaria, que los medios de comunicación simplemente están ahí para manipularlos para que consientan la agenda de la clase dominante: tergiversando los hechos, mintiendo y eliminando el contexto para invertir la realidad sobre los acontecimientos mundiales en curso. Es evidente para ellos que sus supuestos representantes son en realidad los representantes de sus explotadores, opresores y acreedores parásitos.
De este rechazo general y espontáneo del estado actual de las cosas han surgido diversas formas de disidencia en la clase obrera estadounidense. Algunos fueron movilizados por el movimiento de Bernie Sanders en 2016 y 2020, viendo en él el potencial de una verdadera revolución política (aunque no social) que pudiera garantizar los derechos básicos otorgados en las socialdemocracias, pero ausentes en nuestro país. En los mismos años, algunos fueron cautivados por Donald Trump y su llamado a Hacer que Estados Unidos Vuelva a Ser Grande (Make America Great Again – MAGA), que para muchas personas de clase trabajadora en el país significaba un esfuerzo por regresar a una época pasada, donde sus padres y abuelos podían asegurar comodidad en la vida y un alto nivel de vida con un trabajo normal de clase trabajadora. Otros han tomado diversas rutas apolíticas, mostrando antipatía frente a un escenario político en el que observan con razón que, como actualmente existe la situación, no tienen capacidad para cambiar nada.
Si bien es cierto que otros están presentes, estos tres han sido los principales canales para que los trabajadores expresen su descontento con el orden gobernante. Muchos, muchos defectos están evidentemente presentes en cada ruta. Pero todos comparten un núcleo racional común: el rechazo al statu quo y, en los dos primeros, la fe y la voluntad de trabajar para cambiarlo. Sin embargo, tal como existe actualmente, un camino conduce a la parálisis frente a la tarea de construir algo nuevo, mientras que los otros dos han llevado a que los falsos profetas sean elevados como representantes de los intereses del pueblo, mientras que, en realidad, simplemente han expresado formas más novedosas y disfrazadas de mantener el mismo orden dominante. Estamos en un período en el que se hace evidente que las esperanzas de hace 8 años son huecas, que hay que buscar una nueva forma de enmarcar y articular el descontento.
Para nosotros, sólo un partido comunista puede estar a la altura de esta tarea. Un partido comunista es fundamentalmente el vehículo para que el destacamento más avanzado de la clase obrera gane la fe de la masa crítica y guíe sus luchas hasta la línea de meta: la conquista del poder político. Es el partido comunista el que tiene el potencial de dar a estas diferentes formas de disidencia cierta coherencia, unidad y dirección. La coherencia surge de la comprensión sistemática de los males a los que se enfrentan los individuos, males que no son fallos morales individuales, sino de carácter sistémico. La unidad se basa en esta coherencia, en la comprensión de nuestros intereses comunes y nuestra fuente compartida de descontento. Y la dirección surge de los dos anteriores: solo cuando podemos comprender coherentemente el orden social en el que se basan nuestros problemas, podemos ver que en sus propias contradicciones ya hay un camino hacia adelante. En la correcta comprensión del problema, encontramos las premisas a través de las cuales se puede buscar la solución. Cuando se comprende el sistema capitalista en decadencia que tenemos ante nosotros, también se comprende el hecho de que los trabajadores, los productores de todo el valor de la sociedad, tienen el poder, como clase, de construir un mundo nuevo a su imagen y semejanza. Una vez que se logre este reconocimiento de nuestra realidad fundamental compartida y se unifiquen las diversas formas de disidencia, entonces los pasos hacia adelante se mostrarán en el proceso de una lucha clara sobre su dirección.
Lamentablemente, el Partido Comunista histórico en nuestra nación se ha mostrado incapaz de estar a la altura de la tarea de la organización que lleva ese nombre. Ha buscado la colaboración de clases en una época en la que la lucha de clases es una realidad inminente. Se ha alineado, bajo los cínicos auspicios de ‘luchar contra el fascismo’, con el Partido Demócrata, mientras que dicha organización ha enviado cientos de miles de millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses a los neonazis en Ucrania para una guerra de poder contra Rusia. Ha apoyado a este partido mientras que financia y apoy el sangriento genocidio de la entidad sionista en Palestina. Es un partido «comunista» que objetivamente ha apoyado el fascismo y la colaboración de clases bajo la justificación de luchar contra lo que precisamente apoyan. El fascismo, para ellos, es simplemente los conservadores sociales que no están de acuerdo con los valores sociales más liberales recientemente aceptados por las fuerzas de la hegemonía. Para ellos, la amenaza fascista emana de nuestros compañeros de trabajo conservadores y no del estado capitalista que utiliza a ambos partidos para financiar la guerra y el genocidio. Pero, debemos preguntarnos, ¿qué puede ser más fascista que apoyar, financiar y equipar un genocidio llevado a cabo por un estado de apartheid supremacista blanco?
El partido «comunista» EE.UU. escupe sobre el legado de Stalin, Dimitrov y los grandes luchadores antifascistas del movimiento comunista mundial cuando los cita irónicamente para apoyar al estado fascista estadounidense. Olvida que, como escribió Michael Parenti, «la amenaza fascista no proviene de la derecha cristiana ni de las milicias ni de este o aquel grupúsculo de cabezas rapadas, sino del propio Estado de seguridad nacional, el Estado policial dentro del Estado».[1] Estas son las fuerzas que imponen la «dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero», central para la comprensión marxista del fascismo, elaborada en la brillante obra de Georgi Dimitrov.[2] El partido «comunista» de EE.UU. opera, por lo tanto, con una comprensión idealista y antimarxista del fascismo cuando ignora el papel del fascismo como forma de gobierno capitalista en períodos de crisis. Reduce el fascismo a un problema de ideas en la mente, y es incapaz de ver cómo, como una forma de gobierno capitalista en crisis, ha estado presente aquí en ambos partidos todo el tiempo. El entendimiento básico de la dialéctica espuria de demócratas y republicanos, del interminable y performativo tira y afloja que se utiliza para enmascarar la continuidad del estado imperialista y servir a su reproducción continua, se les escapa por completo a estos «comunistas». Es un partido “comunista” que se pone del lado de los capitalistas, imperialistas y fascistas. Al hacerlo, en realidad no luchan contra la «amenaza fascista» que tan a menudo invocan, sino que la refuerzan. Alimentan el espectáculo de la politiquería estadounidense; se convierten en cómplices de sus operaciones.
Pero los errores en las líneas del partido son enmendables cuando se mantiene el método operativo de un partido comunista. El centralismo democrático, cuando está realmente presente, le da al partido el potencial para rectificar, para mejorar su comprensión de la situación y sus fallas. Permite que los deslizamientos hacia el socialchovinismo, el oportunismo y el ultraizquierdismo (tan evidentes en el cpUSA) sean corregidos. Pero también en este caso, el Partido «Comunista» de los Estados Unidos ha violado completamente sus obligaciones. Amplia evidencia ha demostrado que en la 32ª Convención Nacional se frustró la democracia y se tiró por la ventana el centralismo democrático.[3] Y cuando valientes cuadros trataron de rectificar esta usurpación del partido, este golpe a la organización histórica de la clase obrera estadounidense por parte de una pequeña camarilla de burócratas de por vida, se pusieron de pie por medios constitucionales para compartir una petición que solicitaba la consulta democrática frustrada en la convención, todos los verdaderos comunistas fueron purgados, a veces con varios clubes enteros siendo expulsados también. Las pruebas han sido documentadas y se han hecho públicas. Como se hizo evidente, la camarilla dirigente del Partido Comunista de los Estados Unidos de América, entonces, ha destruido completamente la democracia del partido para defender su apoyo a la colaboración de clases con un partido que apoya a los nazis y lleva a cabo guerras genocidas contra pueblos nativos.
Pero por mucho que traten de sujetar el desarrollo de las luchas de clases, no llegaran a detener el movimiento de la historia, del cual estas luchas son el corazón. Una organización de la clase obrera, basada no en profesionales y burócratas de la clase media, sino en la clase obrera misma, guiada por el marxismo-leninismo y no por el fetiche de la pureza, estaba destinada a surgir. El 7 de julio de 2024 nació esta organización. Su nacimiento, como señaló el presidente ejecutivo Haz Al-Din, fue en sí mismo un triunfo de hecho, no sólo de palabra.[4] Reunió a un amplio grupo de diferentes fuerzas comunistas, derivadas de las que fueron purgadas inconstitucionalmente por el Partido Comunista de los Estados Unidos, para llevar adelante la lucha juntos, para reconstituir el Partido Comunista Estadounidense que nuestro pueblo necesita tan desesperadamente. No está unido por doctrinas abstractas y puras, sino por la ciencia viva del marxismo-leninismo, que ve la verdad en los hechos, en los resultados prácticos y en los logros organizativos. Nuestro estándar de éxito no será la construcción de una teoría desarrollada a partir de las ideas abstractas más puras. Nuestro estándar de éxito será nuestra capacidad de cumplir el papel que la historia ha asignado al Partido Comunista Americano: proporcionar la coherencia, la unidad y la dirección que puedan sacar a nuestro pueblo de las crisis perpetuas que han impregnado nuestro decadente y salvaje modo de vida capitalista, y establecer en su lugar una sociedad de, por, y para el pueblo trabajador – ósea, una sociedad socialista.
Carlos L. Garrido es un profesor de filosofía cubanoamericano. Es el director del Instituto Midwestern Marx y el secretario de Educación del Partido Comunista Americano. Es autor de muchos libros, entre ellos El fetiche de la pureza y la crisis del marxismo occidental (2023), Por qué necesitamos el marxismo estadounidense (2024), El marxismo y la visión dialéctica materialista del mundo (2022), y los próximos Sobre Losurdo y el marxismo occidental (2024) y Hegel, marxismo y dialéctica (2025). Ha escrito para docenas de publicaciones académicas y populares en todo el mundo y dirige varios programas de transmisión en vivo para el Instituto Midwestern Marx en YouTube. Puedes suscribirte a su Substack de Filosofía en Crisis AQUÍ.
[1] Michael Parenti, América asediada (San Francisco: City Lights Books, 1998), 119.
[2] Georgi Dimitrov, Contra el fascismo y la guerra (Nueva York: International Publishers, 1986), 2.
[3] Nuestro Instituto tiene una lista de reproducción completa que habla sobre la 32ª Convención Nacional y entrevista a alrededor de una docena de miembros purgados. Puedes ver los seis videos de esa lista de reproducción aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=wk7JuLxXsW8&list=PLxhlh6ux6zSnGUbwuHGusdJTTyYkNie_C&pp=gAQBiAQB
[4] Primer discurso al público del Presidente Ejecutivo Haz Al-Din: